Escribe
Arthur Conan Doyle en una de sus novelas de misterio, “no tiene ninguna
importancia lo que usted haga en este mundo. La cuestión es lo que puede hacer
creer a los demás que ha realizado”.
Y
tiene mucha razón. La verdad de los hechos no importa, lo que importa es lo que
los demás crean que es la verdad. Y de lograr eso ya hay quien se encarga
siempre según sus particulares intereses entre los que destacan tres, el
dinero, el poder y la vanidad. El trío lapatata.
He
sufrido en carne propia esto varias veces en mi vida, pero no es de mí de quien
voy a hablar en esta entrada sino del anuncio, que he visto ya un par de veces
en la tele, de una conocida empresa que nos insta a beber leche. En este caso
es el dinero quien determina lo que es verdad, aunque no lo sea en modo alguno.
Nos
presenta al señor Calleja, y es él quien, desde su posición mediática como
defensor de la naturaleza, trata de convencernos de que es bueno hacerlo. Y no
digo que no sea bueno beber leche.
El
asunto es que si esta empresa ha elegido a este individuo es porque sabe que la
gran mayoría de las personas lo ven como eso, como un defensor de la
naturaleza. Y es justo lo contrario. Es un depredador de la naturaleza. Un divulgador
que vulgariza lo que divulga. Un señor que utiliza sin ningún escrúpulo la
naturaleza para su propio beneficio, proponiendo actividades del todo
insostenibles pero, eso sí, rentables para él y para los que “se aprovechan” de
sus desmanes y desatinos.
Es
irritante ver cómo este hombre ha conseguido hacer creer a todo un país que
hace una cosa cuando está haciendo exactamente lo contrario. Y es triste ver
qué poca gente tiene esto claro.
¡Ay!
La falta de capacidad crítica salpimentada con la ignorancia es devastadora.
Pero
así es el mundo. Así es la vida. Así nos va.
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