FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 9 de noviembre de 2023

Aprovechando el dolor de otros.


Hace ya tiempo que me está tocando las narices el tema de los abusos sexuales en la Iglesia. Voy a intentar enfocar el asunto como creo que debe enfocarse.

En todo el amplio sector social que tiene relación directa con niños y jóvenes, en el que se sitúa la Iglesia como uno más, importante pero uno más, ha habido, hay y habrá abusos sexuales. En todos, no solo en la Iglesia.

Esto no le quita gravedad ni exime de responsabilidad alguna ni a la Iglesia ni a nadie. No vale eso de que en todas partes cuecen habas… Pero tampoco está bien centrarse exclusiva y machaconamente solo en un sector cuando sabemos bien que no es el único implicado.

Lo más sangrante del asunto para la Iglesia, y en eso sí puede diferenciarse de los otros implicados, es la incoherencia radical del que abusa y a la vez habla en nombre de Dios, y de quienes ocultan estos abusos. Una incoherencia absoluta y repugnante que provoca un dolor inmenso para las víctimas, y que es una gran vergüenza para los verdugos. Y escándalo para todos. Y de eso Jesús dice en el Evangelio:

“Es imposible que no haya escándalos; pero ¡ay del quien los provoca! Al que escandaliza a uno de estos pequeños, más le valdría que le ataran al cuello una piedra de molino y lo arrojasen al mar”. Lc.17,1-2.

Los abusos sexuales sobre menores deben ser perseguidos y castigados allá donde se den, y la misma presión que se ejerce sobre la Iglesia debe ejercerse sobre todos los demás ámbitos donde pueden darse estos abusos, tales como el familiar, el deportivo, el educativo, el del asociacionismo juvenil, el de la protección de menores…

Este creo que es el enfoque correcto. Hacerlo como se está haciendo por parte de determinados políticos y los medios afines a ellos, desvirtúa y resta credibilidad a tan justa y necesaria lucha, porque se nota demasiado que buscan más hacerle el máximo daño posible a la Iglesia, que hacer justicia, reparar los daños causados y evitar nuevos casos.

Y es esto además una ofensa y un desprecio hacia las víctimas que son instrumentalizadas para, aprovechándose de su dolor, desprestigiar y perseguir a una institución que es mucho más grande y más digna que esa oscura y sórdida aberración que tristemente también se ha dado en su seno y que atenta frontalmente contra sus más sagrados principios.

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