Lo
único bueno que tiene este poniente desesperante y hasta angustioso ya, que nos ha robado el
otoño, el climatológico acaba el jueves, es el lubricán, tanto el de la mañana
como el de la tarde. No el atardecer, sino este rato breve que hay desde la puesta
de sol hasta la noche, o desde las primeras luces hasta que despunta por el
horizonte.
El de
ayer por la tarde fue magnífico, soberbio. Lo vi venir, tal como estaba el
cielo vespertino, y fui a su encuentro en la sierra. No me defraudó. Pero es
que aún hubo más, la salida de una luna, casi llena, que iluminó la noche de
tal forma que se distinguían incluso los colores. El juego de luces y sombras
en el bosque, aunque inquietante, tenía también una gran belleza.
Fue
una tarde que si bien no justifica el desastre de casi tres meses de poniente,
al menos le quita un poco el sabor amargo que a los que amamos la naturaleza
nos está dejando en la boca.
A continuación unas fotos y un vídeo.
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