Hola Laura:
Sé que mientras te escribo estas
líneas es posible que estés trabajando en el hospital, y estarás trabajando en
un hospital, porque resulta que eres médico.
¿Sabes cuándo me di cuenta de eso realmente? Pues
cuando hace algún tiempo, estando pachucha Isabel, llamé para hacerle una pregunta a
tu padre, mi hermano, acerca de su “pachuchez”, y me dijiste que no estaba. Iba a colgar, cuando me dije ¡rayos
cebolleros!, si Laura también es médico, y entonces te hice la pregunta a ti, y
me respondiste. Ya ves; hasta ese momento, lo sabía pero no lo sabía. Fue un momento muy especial.
Ha sido la historia de tu vocación una historia
bonita, muy bonita. Una historia en la que coherencia ha sido la palabra
clave. Ilusión, trabajo, esfuerzo, sacrificio, también, pero sobre todo
coherencia.
Has hecho lo que mucha gente no hace. Desear algo y
poner los medios para conseguirlo. Así de sencillo, así de difícil.
Pensamiento, palabra y obra en la misma línea. ¡Si vieras lo cansado que estoy
de repetir esto, una y mil veces, en mi quehacer cotidiano! ¡y los líos que me
ha traído hacerlo! Recuerdo aquella mamá que se enfadó mucho conmigo porque le
dije delante de su niño, que era ridículo hablar de la universidad mientras “el
nene” siguiera suspendiéndolo casi todo, simplemente por pasarse el día
haciendo el imbécil. ¡Huy, cómo se enfadó! Me dijo que estaba cortándole las
alas a su hijo, hundiéndolo en la miseria, cuando lo que hacía era intentar
sacarlo de ella. En fin, gajes del oficio.
Volvamos a la luz. La palabra coherencia, Laura,
debería estar en tu escudo heráldico el día en que te lo hagas. Y la
coherencia, que te ha llevado a donde tú querías ir, deberá seguir siendo uno
de los faros de tu vida.
Y para acabar, te diré otra cosa. La coherencia da
paz, nos dignifica. Y en un trabajo como el tuyo… ¡jo! qué difícil te será a
veces, pero qué hermoso.
Hasta otra.
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