Sé que son
ciclos naturales, que nada podemos hacer, que tiene su función en el equilibrio
ecológico, pero ¡¡¡ya está bien!!!
Llevamos ya
mucho tiempo sin llover, sólo ese viento seco de poniente, de mistral, de
tramontana, ese viento horrible. Un día tras otro, una semana tras otra, el
odioso viento.
El monte
está seco, muy seco, y sobre las miles
de hectáreas quemadas, y las pocas verdes que nos quedan, sigue aullando el exasperante, el asqueroso viento seco,
a veces frío, a veces caliente, pero siempre seco, seco, seco...irritantemente seco.
Está siendo un
invierno nivoso en las montañas del norte. Me alegro de verdad por ellas. Me
alegro por mis queridos Pirineos. En general, en España está siendo un invierno
de frío, agua y nieve. Un buen invierno. Un bendito invierno.
Pero aquí, en
las comarcas litorales y prelitorales de la Comunidad Valenciana ,
en nuestras humildes sierras, está siendo horrible. Viento. Solo viento. Nada más que
viento.
Y el pasado otoño
fue escaso en lluvias y también muy ventoso. El verano largo y seco, con grandes ventoleras. Fue terrible, devastador. Y la “lluviosa” primavera mediterránea,
tuvo de todo menos de lluviosa. ¡Qué año maldito!
¿Es que ha
caído sobre nosotros una maldición bíblica? No lo sé, pero sí sé que se están
abriendo las puertas al desierto. Y los monstruos que babean por las ciudades y
reptan por los campos con su guadaña de fuego y ceniza, se aprestan para
quitarnos el poco verde que nos queda. Lo tienen fácil, muy fácil. Y tengo
miedo.
Y mientras,
impasible, el viento sigue soplando, seco, persistente, odioso, mil veces
odioso.
¡Cómo lo odio!
Y el problema
es que sé que el odio sólo hace daño a quien lo siente; pero ¡cómo lo odio!
NOTA:
Esto es un
desahogo. Acabo de ver el parte meteorológico y…con perdón, ¡¡¡joder!!!
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