...con plena libertad declaro mi renuncia al ministerio... |
Tres veces en 2000
años, la última hace 598. Sorprendente. Inesperado. Histórico. El Papa Benedicto
XVI, poco antes de cumplir los ocho años de pontificado, renuncia por reconocer
su incapacidad de administrar bien el ministerio que se le ha confiado, a causa
de su falta de vigor para gobernar la barca de San Pedro. Y se despide
agradeciendo el amor que le han mostrado y pidiendo perdón por sus defectos.
Habrá lecturas
varias, interpretaciones diversas. Se dirán cosas ciertas y sabias y muchas
tonterías. Mientras Joseph Ratzinger se retirará, en silencio, a orar.
Un profundo
respeto y una gran admiración han sido los primeros sentimientos que la noticia
me ha producido.
Sí, me produce
respeto y admiración esa capacidad de asumir públicamente su falta de fuerzas,
su propia y humana debilidad, y actuar coherentemente con esa capacidad. Y me
llena de gozo ese testimonio que nos ha dado, de que, en cristiano, la
autoridad es servicio, y porque precisamente la autoridad es servicio, el
Papa renuncia a ella, al no verse con el vigor, con la fuerza necesaria para
cumplir con ese servicio. Evangelio puro. ¡Qué testimonio!
Hoy, 11 de
febrero de 2013, es un día para la historia. Y un día hermoso. Un día de gozo,
porque Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, nos ha recordado a todos que hoy en
día, se sigue pudiendo actuar de acuerdo con el evangelio; en Roma también. Y
no lo ha hecho con escritos, con discursos, sino con su propia vida. Con su
decisión valiente y coherente.
No, no tengo
miedo. Al contrario. Veo al viento del Espíritu interviniendo en la historia,
al ver al mismísimo Papa de Roma, retirarse humildemente, diciéndonos es que ya
no puedo, a orar por la
Iglesia , a orar por el mundo.
Muchas
gracias, Santidad.
A continuación transcribo el texto íntegro de la renuncia del Papa. Un sencillo texto para la historia. El texto de un hombre de Fe.
Queridísimos hermanos,
Os he
convocado a este Consistorio no sólo por las tres canonizaciones, sino también
para comunicaros una decisión de gran importancia para la vida de la Iglesia. Después
de haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he llegado a la
certeza de que mis fuerzas, por mi edad avanzada, no son las más aptas para
ejercer adecuadamente el ministerio de Pedro.
Soy consciente
de que este ministerio, por su esencia espiritual, tiene que ser cumplido no
sólo con las obras y las palabras, sino también sufriendo y orando. Por otro
lado, en el mundo de hoy, sujeto a rápidos cambios y agitado por cuestiones de
gran relevancia para la vida de la fe, para gobernar la barca de San Pedro y
anunciar el evangelio, es necesario también que el vigor, sea del cuerpo, sea
del alma, vigor que en los últimos meses ha disminuido en mí de tal modo, como
para reconocer mi incapacidad de administrar bien el ministerio que se me ha
confiado.
Por esto, bien
consciente de la gravedad de este acto, con plena libertad, declaro mi renuncia
al ministerio de Obispo de Roma, sucesor de San Pedro, a mí confiado por mano
de los cardenales el 19 de abril de 2005, en modo que desde el 28 de febrero de
2013 a
las 20 horas, la sede de Roma, la
Sede de San Pedro, estará vacante y será convocado por
aquellos a quienes compete, el cónclave para la elección del nuevo Sumo
Pontífice.
Queridísimos
hermanos, os agradezco de verdadero corazón por todo el amor y todo el trabajo
con el que habéis llevado conmigo el peso del ministerio, y pido perdón por
todos mis defectos. Ahora confiamos la Santa Iglesia al cuidado de su Sumo Pastor,
nuestro Señor Jesucristo, e imploramos a su Santa Madre María para que asista
con su bondad materna a los padres cardenales en la elección del nuevo Sumo
Pontífice.
Por lo que a
mí respecta, también en el futuro, querré servir de todo corazón con una vida
dedicada a la oración, a la
Santa Iglesia de Dios.
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