"¡Dóna'ls faena mare, que estan molt desesperats!",
le decía hoy una señora a la
Virgen , poco antes de que saliera en volandas de la basílica,
camino a la catedral. Y os he de decir que me ha impresionado.
Más allá de esa respetable mezcla de fe auténtica y
tradición, más allá del ambiente festivo y emotivo, en medio de los piropos y
alabanzas a la “Mare de Déu dels Desamparats”, saltaba, esta mañana de mayo, ese
ruego que ponía el dedo en la llaga dolorosa del paro. Dales faena madre, que
están desesperados.
¡Y cómo sonaba en medio de la algarabía, ese ruego,
que una mujer aupada por alguien, le lanzaba a la Virgen , carea a cara! ¡Cómo
sonaba!
Porque el paro es una injusticia total con consecuencias
gravísimas para todos, y especialmente para los jóvenes. Es la señal inequívoca
de que algo marcha mal, muy mal en una sociedad.
Porque igual que hay pan para todos en el mundo, hay
trabajo para todos. La cuestión es el reparto. Y ahí está la injusticia.
Cuando esta señora decía a la Virgen , dales trabajo madre,
me he imaginado a la Virgen
devolviéndole la súplica, diciéndole, diciéndonos, trabajad por una sociedad justa y todos
tendrán trabajo.
Y es que, los creyentes, deberíamos implicarnos más aún en la construcción de esta nueva sociedad, que los no lo son, porque está escrito:
Y es que, los creyentes, deberíamos implicarnos más aún en la construcción de esta nueva sociedad, que los no lo son, porque está escrito:
¿Qué me importa el número de vuestros sacrificios?
-dice el Señor-. Estoy harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones;
la sangre de toros, corderos y chivos no me agrada. ¿Por qué entráis a
visitarme? ¿Quién pide algo de vuestras manos cuando pisáis mis atrios? No me
traigáis más dones vacíos, más incienso execrable. Novilunios, sábados,
asambleas, no los aguanto. Vuestras solemnidades y fiestas las detesto; se me
han vuelto una carga que no soporto más. Cuando extendéis las manos, cierro los
ojos; aunque multipliquéis las plegarias, no os escucharé. Vuestras manos están
llenas de sangre.
Lavaos, purificaos, apartad de mi vista vuestras
malas acciones. Cesad de obrar mal, aprended a obrar bien; buscad el derecho,
enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda".
Isaías 1, 11-17
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