Don Quijote y Sancho frente a la casa natal de Cervantes, en Alcalá de Henares. |
La primera vez, ya hace muchos años, que leí el
Quijote, me gustó, me gustó mucho. Era joven. Don Quijote, salía al mundo a “desfacer entuertos”,
a socorrer a los débiles, a hacer justicia…Salía de algún lugar de La Mancha , por el campo de
Montiel, a la aventura. ¡Había tanto que hacer! Y yo salía con él.
Hoy he acabado de leerlo por segunda vez. He vuelto a
disfrutar andando con Don Quijote y Sancho por las tierras de España. Sus
extraordinarias conversaciones, sus encuentros con las gentes, sus noches al
raso, sus aventuras…Me he reído, me he emocionado, me ha dado pena, mucha pena,
me he indignado…
Es realmente una obra gigante, inmensa, no sólo por
el mucho más que excelente dominio del idioma, sino por su profundidad, una
profundidad que da vértigo. El vértigo de asomarte a lo que es el hombre en
toda su grandeza y toda su miseria. El vértigo de sentirte junto a ellos, de
reinterpretar tu propia vida desde las vidas grandes del Caballero de la Triste Figura y su fiel
escudero, descubriendo que no ha pasado el tiempo, que no hay distancias.
De verdad, pienso que es la obra más grande de la
historia de la literatura universal. Pienso que todo el mundo debería, en algún
momento de su vida, tener el privilegio de leer “El ingenioso hidalgo Don
Quijote de la Mancha ”.
Hoy, cuando he cerrado el libro, conmovido, me
quedaba a mí también muy lejos aquella mañana cuando, muy temprano,
salía nuestro caballero de su aldea a campo abierto, exultante de gozo, a cambiar el mundo.
Ya no soy joven. Hoy era en la playa, en Barcelona,
junto al mar, donde le he visto, derrotado, diciéndole al caballero de la Blanca Luna , “Dulcinea del Toboso es la más hermosa mujer
del mundo y yo el más desdichado caballero de la tierra, y no es bien que mi
flaqueza defraude esta verdad”.
Desde el fondo de su derrota, sigue Don Quijote proclamando
que lo que es bello, lo que es verdad, sigue siéndolo, aunque él no haya sido
capaz de defenderlo. Y eso le ha hecho perder la honra, piensa. Pero
precisamente ahí está su honra, su más alta dignidad como hombre, en aún
derrotado, seguir siendo fiel a sí mismo y a sus convicciones, más allá incluso
de la vida y de la muerte. Por eso dice, “aprieta,
caballero, la lanza y quÍtame la vida, pues me has quitado la honra”. Sí,
hoy también estaba yo allí, con él, junto a él, ante un Sancho desolado.
Caído y aturdido por tanta grandeza.
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