El pasado martes, 28 de julio, hicimos Josep y yo una
de las ascensiones más completas y a la vez sencillas que se pueden hacer en el
valle de Benasque. Completa por la variedad de paisajes y terrenos por los que
discurre. Sencilla por que no tiene ninguna dificultad técnica.
Ahora bien, es larga, bastante larga. Exige buen
tiempo durante todo el día y buena forma física. Y no olvidar que siempre
estamos en alta montaña, con todo lo que eso significa.
Salimos a las ocho y media de La Besurta y atravesando
Aigualluts, aún solitario, y la Valleta de la Escaleta, bucólico rincón
de gratísimos recuerdos, fuimos remontando los azules lagos del vallecito lo que
nos llevó al amplio y luminoso desierto de piedra a través del que, poco a poco, llegamos al Mulleres, ese tresmil fácil, pero tresmil, al que llegamos
solos, bajo un cielo azul profundo, ¡el azul de la alta montaña!
Desde el Mulleres, en cuya cima dormí solo hace ya
algunos años, el paisaje es inmenso. Al oeste, el macizo de la Maladeta cierra, altivo,
el horizonte, destacando de un modo rotundo, el Aneto. Al norte, el valle de Arán,
brumoso, extiende su verdor. Al sur, tras el Vallibierna, el Pirineo se
desploma en sierras cada vez más bajas. Al este, la vista se pierde en un
océano de cumbres hasta la Pica
de Estats y la sierra del Cadí, destacando cerca, los Besiberri, el Montardo y
el conjunto bellísimo y agreste de las montañas del Pallars.
Tras extender al viento las banderitas de oración,
tomar algo y hacer la inevitable sesión de fotos, continuamos hacia la segunda cima del día, cuando ya un grupo llegaba al Mulleres. Y volvimos a estar solos.
Y solos llegamos, tras corta trepada, a la aérea
cumbre de casi tresmil metros, del Salenques, tan próxima al Aneto, que parece que casi puedes tocarlo. Otro rato de
contemplación y ya, con la suave luz de la tarde, fuimos, sin prisa, regresando
a la Besurta.
Delicioso fue el descenso. Soledad, silencio,
temperatura ideal, rincones de ensueño, que se sucedían sin dar tregua a la
constante admiración; el azul de los
lagos, el verde de la
Escaleta, la energía pétrea de la Forcanada, la armonía de
Aigualluts…
¡Qué bonito día, qué hermosa
ascensión! ¿Verdad Josep? Y aunque dicen que bajaste “reducidito”, valió la
pena, ¿no? Quizá yo también bajé "reducidito", pero luego, con la ducha, la cena y una buena
dormida, nos “esponjamos” otra vez.
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El Aneto desde Aigualluts. Obsérvese lo menguado del glaciar. |
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La Forcanada desde la entrada a la Valleta de la Escaleta. |
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El primer lago de la Valleta de la Escaleta. |
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Desde el desierto de rocas del Mulleres el Coll dels Aranesos y el valle de Arán. |
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Llegando a la cima, vista del macizo de la Maladeta y el pico Salenques. |
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El macizo de la Maladeta desde la cima del Mulleres. Abajo del Aneto, el Salenques. |
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Aneto y abajo Salenques, desde el Mulleres. |
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Josep en la cima del Mulleres. |
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El Mulleres desde el Salenques. |
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En la cima del Salenques. |
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El Aneto desde la cima del Salenques. |
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El macizo de la Maladeta desde la cima del Salenques. |
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Cogiendo agua, ya en el descenso. |
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La Forcanada iluminada por el sol de la tarde. |
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