Vaya
por delante que estoy en contra de cualquier tipo de agresión o violación a las
personas y sus derechos, y a cualquier abuso de unos sobre otros sin distinción
de edad, sexo o condición social. Y que pienso que el estado, a través de sus
instituciones, tiene la obligación de protegernos de todas estas situaciones,
desgraciadamente inevitables, dada la condición humana.
Dicho
esto, voy a exponer lo que pienso a propósito del numerito que se ha montado
con la sentencia sobre el caso que ha venido llamarse de La Manada. Numerito
que no entiendo por muchas vueltas que le dé.
En
primer lugar no entiendo cómo con la sola información que nos brindan los
medios de comunicación, el personal tiene la osadía de pedir incluso la cabeza
del juez que dictó la sentencia. Juez que no creo que sea tonto, por lo que estoy seguro
de que con un conocimiento exhaustivo de lo sucedido, como él tendría, y siendo
consciente de cómo está el patio en estas cuestiones, meditaría muy mucho el asunto.
Y si la sentencia dictada es la que es, es porque con los datos que tenía y la ley en la
mano, no ha podido ser otra. Y creo que la mayoría de los indignados por esta cuestión, desconoce muchos
de esos datos y por supuesto la ley.
En
segundo lugar, aún entiendo menos que los señores políticos, en un alarde de
cinismo e incoherencia absolutos, se sumen a la indignación popular (cuestión
de votos), acatando la justicia, faltaba más, pero diciendo que tampoco les
gusta la sentencia. ¡Pero si el juez sólo aplica las leyes que hacen ellos! Si
ha podido salir una sentencia así es porque las leyes que ellos elaboran y
promulgan lo permite. ¿Qué dicen ahora? Es con ellos, con los políticos con los que debería indignarse el personal, no con los jueces.
En
tercer lugar tampoco puedo entender que una parte importante de la sociedad y
ciertos partidos, abunden en su desacuerdo con la sentencia que según ellos
debería haber sido mucho más dura, y carguen en contra de la prisión perpetua
revisable que vendría como anillo al dedo para prevenir, por ejemplo,
determinados delitos de índole sexual y, a menudo, por cuestiones patológicas sobre todo,
con altísimo riesgo de reincidencia. ¿A qué juegan?
Y
respecto a estos individuos, si de verdad hicieron lo que los periódicos, la tele y la radio dicen que hicieron, no nueve,
noventa años les metería yo en el trullo. Pero es que no sé lo que hicieron, eso lo
sabe el juez, que actuó según las leyes que tenemos, y me fío antes de un señor
juez que de las masas indignadísimas y de los medios de comunicación.
Lo
dicho. No entiendo nada. De verdad, no entiendo nada. O sí. No, mejor no. A veces ignorar
las causas de determinados circos te permite dormir más tranquilo.
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