¿Qué
os parecería si se quitaran todas las multas de tráfico, e iniciáramos una serie
de campañas de concienciación para que todos entendiéramos que hay que respetar
las normas de circulación por miedo a las consecuencias de transgredirlas, y no
a que nos clavaran una multa o nos quitaran puntitos?
¿Qué
os parecería? Un servidor se pensaría dos veces salir a la carretera, o incluso
a la calle, porque si con el miedo al sistema de puntos y a las multas, muchísima gente se
pasa por el forro los límites de velocidad, los semáforos en rojo, las rayas
continuas, los stops, la prohibición de conducir drogado o con demasiadas copas
en el coleto…, si ni siquiera existiera ese miedo a que me cacen, esto sería la
selva.
Por
muchas campañas de concienciación que se lancen, que suelen servir para el que
ya está concienciado, desgraciadamente hacen falta multas y puntos que se
pierden. A la vista está. Y no creo que nadie dude de esto.
Pues
bien. Hemos de reconocer que es necesario el miedo a algo impuesto
artificialmente, y no a las consecuencias lógicas de nuestra conducta, para que
ésta sea la adecuada y no me haga daño ni a mí ni a otros. ¡Vamos! que si yo en
ese tramo de máxima 50 que hay de aquí a la Pobla, voy a 50 aunque me miren
mal, que me miran, no es por miedo a hacerme daño o a hacerlo a otros, sino por
miedo al radar. Lo reconozco.
Así
pues voy a llegar al final de mi argumentación. Si los adultos, en algo en lo
que nos va la vida, como es conducir, necesitamos del miedo a la multa y a la
pérdida de puntos para hacerlo bien, ¿cómo pretendemos que los niños, en algo
en lo que no les va la vida, ni mucho menos, se comporten como deben sin miedo
a nada, sólo por sentido de la responsabilidad?
Exigimos
a los niños lo que no somos capaces de hacer nosotros. Exigimos a quienes
tienen menos madurez personal que su conducta sea la adecuada sin que tengan
miedo a nada, por responsabilidad, mientras nosotros, se supone que más
maduros, sí necesitamos, por ejemplo, del miedo a la multa; y aun así se ve
cada cosa…
¡Claro
que cada vez hay más padres que no pueden con sus hijos! ¡Claro que hay
colegios que se parecen a una selva! ¡Claro que los comerciantes se asustan
cuando llega una bandada de chiquillos a su establecimiento! ¡Claro que muchos
adolescentes y jóvenes se ríen de la Guardia Civil en su cara! Porque antes se
han reído de su madre, de su padre, del profesor, del director del cole y de
todo aquel que se le ha puesto por delante. Y no ha pasado nada.
Cierto
que hay niños que no necesitan del miedo para hacerlo bien, muchos. Como hay
personas al volante que lo hacen bien porque lo hacen bien, no por miedo a
nada. Unos y otros no necesitan del miedo, pero hay quien sí. Y esa es la
realidad que hay que asumir. Que curiosamente asumimos para nosotros pero no
para los niños y jóvenes.
La
conclusión es políticamente incorrecta y nada bonita. Pero estoy convencido de
que es verdad. Hay verdades que no son bonitas y mentiras muy hermosas. El
miedo es necesario en la educación. El mismo miedo que yo tengo a la multa, debe
tenerle el niño a algo. Y en ese algo, entre otros, debería trabajar la
pedagogía, en vez de perderse en floridos jardines tan monos como falsos; en vez de dar
por supuesto que estamos en el País de las Maravillas de Alicia.
Ya
quisiera yo que esto no fuera así. De hecho me he pasado la vida intentando que
mis alumnos entiendan que hay que hacer las cosas bien, no por miedo a castigos,
ni mucho menos a mí, sino porque se deben hacer bien. Creo que lo he conseguido
en algunos, en muchos menos de lo que hubiera querido. ¡Qué bonito sería que un
día no necesitáramos del miedo para educar! Como bonito sería que un día no
hiciera falta poner ni una sola multa de tráfico.
Pero
el mundo es como es, y para cambiarlo, hay que empezar asumiendo lo que es, por
feo y triste que sea. Y dejarse de "monás".
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