FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

jueves, 21 de junio de 2018

¡Ojalá tenga misericordia de nosotros!



Hoy ha entrado el verano. Quizá si viviera en otras tierras sería para mí una grata estación, pero viviendo donde vivo es con mucho la más desagradable e insufrible de todas; ¡bueno!, la única desagradable e insufrible.
No sólo por el calor, que lo aguanto bien, y la ausencia casi total de lluvia, que siempre lamento, sino por el miedo constante a que sigan rompiendo con absoluta impunidad la naturaleza que me envuelve y a la que salgo siempre que puedo, pensando demasiadas veces, cuando estoy ante uno de esos preciosos rincones, esos amplios panoramas, que va a ser la última  que voy a poder disfrutarlos…
No me pasaría esto si quienes pueden hacerlo hicieran lo que deberían hacer. No tendría miedo al verano si nuestros montes estuvieran gestionados con sentido común, y no abandonados a su suerte, suerte que todos sabemos cuál será, más pronto o más tarde.
Sería bonito no tener miedo a esos días de poniente estival que pintan el cielo de azul intenso y nos regalan espléndidos crepúsculos. No tener miedo al canto de la chicharra en el pinar caliente y aromático. Dejarse deslumbrar por la luz intensa, violenta, de la canícula. Gozar de la sombra de un árbol en la calina de la tarde. Poder disfrutar en paz del agua buena de la fuente, del baño refrescante, de la sandía dulce y crujiente que alguien cargó en la excursión…
¡Sería bonito! Y como sé que en realidad no es el verano el culpable de que no lo aguante sino nuestra extrema imbecilidad, voy a darle la bienvenida compartiendo este texto de Platero y yo titulado El verano.
¡Mirad si es evocador!

Platero va chorreando sangre, una sangre espesa y morada, de las picaduras de los tábanos. La chicharra sierra un pino, que nunca llega... Al abrir los ojos, después de un inmenso sueño instantáneo, el paisaje de arena se me torna blanco, frío en su ardor, espectral.
Están los jarales bajos constelados de sus grandes flores vagas, rosas de humo, de gasa, de papel de seda, con las cuatro lágrimas de carmín; y una calina que asfixia, enyesa los pinos chatos. Un pájaro nunca visto, amarillo con lunares negros, se eterniza, mudo, en una rama.
Los guardas de los huertos suenan el latón para asustar a los rabúos, que vienen, en grandes bandos celestes, por naranjas...
Cuando llegamos a la sombra del nogal grande, rajo dos sandías, que abren su escarcha grana y rosa en un largo crujido fresco. Yo me como la mía lentamente, oyendo, a lo lejos, las vísperas del pueblo. Platero se bebe la carne de azúcar de la suya, como si fuese agua.

¡Feliz verano, y ojalá tenga misericordia de nosotros!

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