Hoy hace 49
años que fue asesinado en Dallas, John F. Kennedy. Me acuerdo de esto todos los
años, desde hace mucho tiempo, porque el presidente Kennedy fue mi ídolo de la
infancia y primera juventud. No se por qué; pero lo fue. También sé que no es
muy normal, pero ¿qué le voy a hacer?
Yo tenía ocho
años recién cumplidos cuando lo asesinaron. La noticia la recuerdo entre las brumas de la infancia, pero la recuerdo. Cómo lo hablaban mis padres, cómo en el colegio la oración de
la mañana la hicimos por él. Cómo se siguió hablando y recordando durante
tiempo.
Lo que no
recuerdo es el cómo y el por qué, aquel acontecimiento cristalizó en mí en
forma de una profunda admiración por él. Ya de más mayor, compré libros, leí
muchos de sus discursos y esa admiración fue creciendo. Luego de joven, siguió
siendo para mí una persona importante, un referente en muchos aspectos, junto a
otros grandes del siglo XX, como Gandhi, Luther King, Oscar Romero o Juan XXIII.
Con el paso
del tiempo las cosas se van viendo de otra manera. Hoy sé que como mi ídolo que
era, lo tenía idealizado. Como se idealiza a todos los ídolos. Pero sigo
estando seguro de que su vida tuvo muchas luces junto a las sombras.
Y tengo que
agradecerle, a la imagen que tenía de él, y en gran medida a él mismo, mis
primeras reflexiones sobre la libertad, la justicia social, la igualdad y todos
estos valores que hoy siguen siendo muy importantes en mi vida.
Por todo esto,
y porque me quedo con las luces, aún sabiendo que hay sombras, yo también las
tengo, quiero desde esta página recordar hoy con gratitud a John Fitzgerald
Kennedy.
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