Valle de Acherito desde el sendero de Oza a Zuriza. Valles de Hecho a Ansó. |
Ansó es un hermoso pueblo del Pirineo aragonés donde acabé la campaña
estival el verano pasado. Y al que había sido un muy buen verano, le puso
el broche de oro la última noche en el pueblo.
Eran fiestas, y entre las diversas actividades programadas, había
una ronda cantando jotas por las calles, bebiendo vino y comiendo pastas en
algunas de las casas por la que pasábamos.
Fuimos Isabel y yo. El
ambiente era muy agradable. El bullicio propio de una fiesta popular, las
bonitas calles ansotanas, el cielo estrellado, las montañas presentidas ahí
cerca, y las jotas aragonesas en vivo y en su sitio.
El grupo, no muy
numeroso, que cantaba y tocaba guitarras y otros instrumentos era de lo más
variopinto. Mujeres y hombres de todas las edades y a juzgar por su variada
indumentaria, de las más diferentes formas de ser y de pensar, unían sus voces
y su buen hacer con la música, creando melodías, unas veces alegres y festivas,
otras, tristes, algunas solemnes.
De entre todas las
canciones que escuchamos aquella noche, hubo una que me resultó muy especial.
Se llama “aqueras montañas”. Desde el primer momento me sentí arrebatado, luego
conmovido. Aunque casi no entendí la letra, la melodía me dio de lleno. Me
sentí como elevado hacia mis queridas montañas, empujado hacia los pueblos y la
gente con la que he vivido y gozado en estas tierras bravas y
entrañables.
Sí, nos sentimos
envueltos por la magia de aquella noche pirenaica, por la grandeza de las
montañas que nos envolvían, por lo secreto de sus bosques, por la belleza
de sus pueblos, por la fidelidad y el cariño de aquellas gentes a su tierra y a
su historia.
Fue uno de esos momentos
en los que junto a Isabel, respiré hondo, y pensé con absoluta serenidad, e
inmensa gratitud, aquí y ahora ni me sobra ni me falta nada.
Oíd la canción. La canta
Labordeta.
Aqueras montañas
tan alteras son,
no me dixan bier
os mios aimors.
Aqueras montañas
cuán se´n baxarán
y os mios aimors
aparixerán.
Dezaga d´ ixas boiras
os n´iré a escar
y crebando as mugas
con yo entornarán.
Si canto, yo que canto,
no canto ta yo,
canto t´a mía amiga
que ye en ixos mons.
Hola Jesús. En casa, en Yatova, teníamos un patio y en el veía respirar hondo a mi padre casi todas las noches, en ese momento no lo entendía pero hoy si lo entiendo, y me alegro mucho por el por que me doy cuenta de lo feliz que logró ser. Vivimos bajo una presión constante que sólo nos puede llevar a la ansiedad y a la depresión. Recordar ese momento íntimo de mi padre, como hoy al leer tu entrada, me produce una profunda emoción. Saludos
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