Esto sí. Cuando haga el tonto, pasando, que es gerundio. |
1.-CONOCER:
1.1 ¿Qué es realmente un niño?
2.-PREVENIR:
2.1 Desde la cuna.
3.-INTERVENIR:
3.1 Acuerdo total papá-mamá.
3.2 Control de la familia extensa.
3.3 Control de otros agentes educativos.
3.4 Coherencia en nosotros. Hacer lo que decimos.
3.5 Normas claras y concretas. Las precisas.
3.6 Hablar poco. “No comerle el coco”.
3.7 Ignorar conductas no deseadas. Reforzar las deseadas.
3.8 No mostrar que controla nuestro estado de ánimo.
3.9 No exigirle lo que no somos capaces de hacer nosotros.
3.10 Valorar si vale la pena “entrar en combate”.
Si vuestro hijo de tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho… años
cuando llegarais un día a casa por la tarde, él solito dejara la mochila del
“cole” en su sitio; merendara dejando la cocina limpia y aseada, él solito
también; luego hiciera los deberes, ¡cómo no! él solito; después, al acabarlos, estuviera jugando a su aire y luego guardara los juguetes en su sitio; se
duchara antes de cenar y el baño quedara bastante bien y finalmente cenara lo
que le pusierais en la mesa sin más historias, vosotros ¿qué harías? Pensadlo
en serio.
Hay quien me dice, cuando hago este planteamiento, que
llevar al niño corriendo al psiquiatra. Pero, bromas aparte, me contestáis,
frecuentemente sonriendo: “mis cosas, haría mis cosas”. Porque es verdad que
siempre hay mucho que hacer.
Y sonreís
porque ya estáis captando el planteamiento, cayendo en la cuenta de que lo
hacemos exactamente al revés de cómo deberíamos hacerlo. Y así nos va.
¡Claro!, si el
niño deja la mochila donde se le antoja, nos da la murga para merendar, para
hacer los deberes, para jugar, para ducharse y finalmente para cenar, porque
hoy no quiero tortilla, estamos toda la tarde encima de él; aunque sea riñendo,
pero encima de él.
¿Qué
conclusión saca el niño? Si lo hago bien, como dicen que lo he de hacer, pasan
de mí. Si lo hago mal, como dicen que no lo he de hacer, están toda la tarde
encima de mí. Y como el niño, por encima de todo, lo que necesita es que estemos
con él, como sea, aunque sea riñendo, pero con él, pues ya sabe el camino. No
es rentable ser “nene güeno”.
Y es que, si
nos paramos a pensar, estamos más tiempo regañando, corrigiendo, advirtiendo
que disfrutando. Porque cuando están de buenas, como están bien, pasamos de
ellos. Con lo que a la postre, no los disfrutamos, los padecemos.
Sí, aquí está
uno de los errores más graves y frecuentes en la educación; un error de
consecuencias demoledoras si lo repetimos día tras día.
Hay que
ignorar radicalmente, rotundamente, las conductas no deseadas. El único límite,
su propia seguridad física. Y ¡ojo!, ignorar es ignorar de verdad, aunque nos
duela. No hablarle, no mirarle, no hacerle ningún caso, haga lo que haga,
aunque nos ponga nerviosos, aunque haya gente mirando, aunque nos de mucha
penita, aunque nos pida perdón. Porque somos nosotros los que decidimos cuándo
ignoramos y cuándo dejamos de ignorar, no él por tierno y melodramático que se nos
ponga.
Y otra cosa.
Cuando dejemos de ignorarle, porque así lo decidimos, sin moralinas, sin
reflexiones sobre lo ocurrido. Normalicemos la situación como si no hubiera
pasado nada. Como hizo Fray Luís de León, en el siglo XVI, cuando tras cinco
años de cárcel continuó su clase en la Universidad de Salamanca con el aquel ya famoso
“como decíamos ayer”.
Mirad, el
niño, incluso el adolescente, a su manera, lo que quiere, lo que necesita,
como el aire y como el agua, es a sus padres, a sus papás. Es triste que desde
muy pequeñitos descubran que es más fácil y rápido conseguir esto haciendo el
tonto, dando la vara, siendo “nene malo”, que siendo “nene güeno”. Y como a
estas edades, y para ciertas personas a cualquier edad, el fin justifica los
medios, pues ya está. Ya la hemos liado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario