Es bonito el
mes de mayo por estas latitudes, y es bonito que el primer domingo de mayo sea
el Día de la Madre.
Hoy es un día
para reconocer y agradecer, y para alegrarse si realmente podemos reconocer y
agradecer pues, tristemente, no todo el mundo puede hacerlo.
Yo doy gracias
a Dios, pues en mi caso sí puedo agradecer a manos llenas muchas cosas a mi
madre; voy a decir algunas. Voy a decirte algunas mamá, y públicamente, ¿por
qué no?
Primero
gracias por la vida. Y por haberme enseñado con el papá a amarla. Por enseñarme
las montañas y las flores, que tanto te gustan, y te siguen gustando. Por el
viajar, al principio en un 600, los cinco amontonaditos. Por el almuerzo o el
aperitivo en el barete, y la comida en el restaurante, cuando se podía. Por la
música y la literatura…
También he de
agradecerte la Fe. Esa Fe
que yo a veces no entendía, y cuya celebración incluso me aburría, pero que ha
impregnado profundamente toda tu vida, y junto al papá me has transmitido.
Y gracias por
la libertad. El aceptar mis viajes en solitario al Pirineo, cuando no había
móviles, y estabais cuatro, cinco, seis días sin saber nada de mí, ni yo de
nadie. Ahora entiendo lo mal que lo pasaríais. Pero respetabais mi libertad.
¡Qué difícil!
Por el cariño,
el apoyo, la confianza ciega. El estar ahí para lo que sea. Cuando aprobaba y
cuando suspendía; suspendía más que aprobaba, y seguíais creyendo en mí. Hasta
que llegué al universidad… y todo cambió.
Por la
disponibilidad, cuando de repente tenías que preparar cinco bocadillos, para
los amigos, o coser un montón de pañoletas…
Por el
testimonio de amor fiel, maduro, intenso, al papá, tu esposo de toda la vida,
hasta que, poco antes de las bodas de oro, marchó a la casa del Padre. Y sé que
aún ahora sigues queriéndole mucho, como él te quiso. El amor, más fuerte que
la muerte. Vuestro matrimonio ha sido para nosotros una luz clara y limpia que
ha iluminado toda nuestra vida.
El haber sido
mamá. La mamá que te prepara el almuerzo, que de pequeño te acompaña al “cole”,
que te ayuda a hacer los deberes, que está contigo cuando estás malito. La mamá
que prepara la comida y la cena y tiene siempre la casa a punto.
Y muchas,
muchas más cosas, algunas muy íntimas, que en la intimidad deben seguir.
Por todo ello,
muchas, muchas gracias.
Y hoy, de un
modo particular, por una dedicatoria que me escribiste en un Nuevo Testamento
que sigo conservando, hace muchos años, cuando estaba yo mareado con eso de qué
hacer con mi vida. No sé si te acuerdas. Dice así:
“Jesusito mío,
te quiero mucho y estoy plenamente convencida, que sea el camino que sea, será
el que el Señor ha escogido para ti. Acógelo con agrado.
Tu mamá.”
Por todo ésto y más, hoy te
doy las gracias. Por la vida regalada, por la Fe transmitida, por la libertada respetada, por el
apoyo constante, por la disponibilidad cotidiana, por tu amor inquebrantable al
papá, por haber sido mamá, por seguir siendo mamá…
Sí, por tu alegría
de vivir, por tu entrega sin reservas, por el pleno sentido de tu vida,
Gracias.
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