Corría el año
1576. Fray Luis de León, agustino, después de pasar cinco años en la cárcel de la Inquisición , sin saber
quién le acusaba, ni al principio, de qué, dice al retomar sus clases en la Universidad de
Salamanca, “como decíamos ayer”… Así, sin más, después de cinco años. Y es que,
Fray Luis sabía muy bien que el mejor desprecio es no hacer aprecio. Y sabía
muy bien también, cuán digna y a la vez cuán miserable, puede ser y es la
naturaleza humana.
Hombre culto,
inquieto, inteligente, luchador, profundamente renacentista, va a vivir la vida
a fondo, saboreándola en la doble dimensión del éxito y el fracaso, del aprecio
y el desprecio, de la compañía y la soledad, de la tolerancia y la
intransigencia, de la universidad y la prisión.
Pues bien,
descubrí hace algún tiempo este texto asombroso que expresa, exactamente, el
sentimiento más profundo que desde siempre me ha impulsado a las montañas. Sí,
yo no podía haberlo dicho mejor, claro. Me inclino reverente y agradecido ante
las palabras de aquel hombre que, hace más de cuatrocientos años, sintió lo
mismo, lo mismo que siento yo, y lo expresó así de claro, así de rotundo. Leed
este fragmento a fondo, sin prisa.
Sierra que vas al cielo
altísima, y que gozas del sosiego
que no conoce el suelo,
adonde el vulgo ciego
ama el morir, ardiendo en vivo fuego:
recíbeme en tu cumbre,
recíbeme, que huyo perseguido
la errada muchedumbre,
el trabajar perdido,
la falsa paz, el mal no merecido.
Fragmento de la
Oda XIV “Al apartamiento”.
No
hace falta comentario, ¿verdad? No hace falta. ¡Qué grande es la literatura, que
permite una comunión íntima, profunda, gozosa, entre un profesor de la Universidad de
Salamanca del siglo XVI y un humilde “maestrico” del siglo XXI!
Bueno Jesús..... y es que lo decíamos ayer, como quien dice, por las montañas del pueblo. No hace falta que sean las más altas pero qué verdad es que el sosiego no se encuentra en el suelo y que solo nos queda el huír de la falsa paz que da el trabajar perdido. También, que ojalá que el vulgo que lo merezca, arda en el vivo fuego para que los demás podamos huír tranquilos. Pepe
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