Estuvieron el fin de semana pasado unos amigos en un
pueblecito del valle de Arán que tiene todo lo que ha de tener un pueblecito
para ser perfecto. Preciosas y altivas montañas, bosques misteriosos, un
conjunto urbano delicioso, un restaurantito recoleto, con una comida excelente,
un precio increíble y un trato amabilísimo, y por si faltara algo, una hermosa
historia de amor. El pueblo se llama Bausén. La historia de amor es la historia
de Teresa y Francisco. Y os la voy a contar.
A principios del siglo pasado estos dos jóvenes se
enamoraron y decidieron casarse. Eran ambos de familias humildes, honradas y
trabajadoras. Cuando fueron a formalizar la boda a la parroquia, les dijo el
cura que a causa de su parentesco, excesivamente próximo, era necesaria una dispensa
de Roma, pero esto costaba dinero, mucho dinero para ellos. ¿Qué podían hacer? Tanto
el cura como los vecinos les aconsejaron que se olvidaran del asunto de la
boda.
Pero Teresa y Francisco se querían, se querían de
verdad, y no entendían que el hecho de ser humildes les impidiera formar una
familia, y enfrentándose al pueblo entero, ¡ojo, a principios de siglo XX y en
un pueblo perdido en las montañas! decidieron vivir juntos en la pequeña casa
que con ilusión y esfuerzo habían construido para que fuese su hogar.
Afrontando el rechazo de todos y afirmándose en su
profundo y mutuo amor, siguieron viviendo y trabajando en su pueblo, en sus
montañas. Pasaron los años, años de soledad y desprecio, pero el amor dio sus
frutos. Llegó primero un niño y después una niña. Con el tiempo, el rechazo del
pueblo fue poco a poco suavizándose.. Y entonces Teresa enfermó, enfermó
gravemente y murió. Tenía 33 años. Corría el mes de mayo de 1916.
Cuando Francisco fue a la parroquia a preparar el
entierro, de nuevo se encontró con una terrible respuesta. Eran pecadores
públicos, y Teresa no podía ser enterrada en sagrado.
No puedo ni imaginar, la tristeza, la rabia, la
desolación de Francisco. Pero entonces el pueblo, por fin, reaccionó. Los
vecinos, movidos por una fuerza más poderosa que las leyes, las normas y los
preceptos, construyeron en un día, entre todos, un pequeño cementerio sólo para
Teresa, a las afueras del pueblo, cerca de una ermita, en un rincón recogido y
umbrío, elevado sobre el valle y rodeado por majestuosas montañas y bosques
soberbios. Un rincón donde un bonito grupo de álamos fue testigo de su amor
juvenil.
Y allí la enterraron. Y allí sigue enterrada. En la
lápida dos inscripciones sencillas, “A mi amada Teresa”, “A nuestra querida
madre”.
Cuando estalló la guerra civil, Francisco con sus
hijos se exilió a Francia, donde murió siendo ya anciano. Nunca se casó. Dejó
escrito que le enterraran con su querida esposa, pero una vez más no pudo ser.
En plena dictadura, y con sus antecedentes… Su hija murió relativamente joven y
su hijo, ya mayor, no hace muchos años. Hoy viven sus nietos.
La historia es hermosa, triste, conmovedora y el
rincón donde reposa Teresa de una increíble belleza, de una gran placidez.
Además es un lugar discreto. No hay ni una señal que nos lo indique. Si quieres
encontrarlo, o preguntas en el pueblo, o exploras los alrededores de la ermita,
hasta dar con él. Así está bien, me gusta que sea así.
Como también me gusta pensar en lo que al fin hizo el
pueblo, ante la inmensa desolación de Francisco y sus hijos. Esa tumba
dignifica a Bausén.
El pueblo de Bausén este pasado mes de marzo, antes de las grandes nevadas de esta primavera. |
Muy cerca de la tumba de Teresa, sobre un promontorio rocoso, una cruz se recorta contra las montañas. |
Primer plano de la tumba de Teresa. |
Aquí se ve, rodeado de álamos, el minúsculo cementerio donde destaca, blanca, la única sepultura. |
El valle de Arán, bien cubierto de nubes, este mes de marzo. Poco después empezó a nevar, como tantas veces... |
Una emotiva y triste historia.
ResponderEliminarHoy fui al bosque de Carlac y al volver visité el cementerio de Teresa. Y el entierro de Francisco con su esposa, Bausen no se lo planteó a la familia o la familia?
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