Antiquísimo volcán ya extinguido. Montaña esbelta,
rotunda, bellísima sobre todo desde los lagos de su mismo nombre, cumbre
deseada hace ya muchos años y nunca alcanzada por mil motivos diferentes. Eso
es para mí el Anayet.
Y como cada montaña tiene su día, este pasado sábado,
6 de junio, fue, por fin, el suyo. Salimos hacia las siete de la mañana del
parking situado junto a la carretera del Portalet, con un día de un azul
perfecto. Había previsión de tormentas por la tarde, así que aunque queríamos
hacer todas las cimas del cordal que llega hasta al Anayet desde el pico Royo,
fuimos primero a ella, por si acaso.
Calor y torrentes en el valle por el que se sube
hacia los lagos, impresionante espectáculo cuando por fin la ves y vas
acercándote a su base, ascenso duro pero breve al collado aún nevado, trepada
muy fácil, algo aérea en el paso equipado con cadena, la chimenea final y por
fin, el Anayet. Y solos. Solos en el Anayet. ¡Una gozada!
Ya habían aparecido las primeras nubecillas, así que
a buen ritmo ascendimos luego el Vértice Anayet, el Garmo de Izas y el
Arroyetas. Hasta aquí el camino es una cresta espectacular y muy fácil. El
cielo, ya más cargado parecía querer aguantar. O regresábamos al sendero del
valle o seguíamos hacia el Culivillas que nos mostraba una pared “imposible” y
luego una arista extremadamente afilada y aérea hasta el Royo, desde donde se
supone que era fácil regresar. No sabíamos qué hacer. Ninguno de los dos, ni
Jose ni yo, habíamos seguido esa cresta, pero su amigo Donato, que estaba en
Zaragoza, le había dicho que no tenía problema alguno.
Había que decidir y usamos la tecnología para
hacerlo. Jose le llamó por teléfono (móvil, allí no había cabina) y nos reiteró
la ausencia de dificultad además de enviarnos una foto con el itinerario
dibujado. Y así fue. Pared imponente pero accesible, cresta algo enrevesada
pero ancha y cómoda, y al fin el pico Royo y el descenso directo y fácil por el
ibón de Lapazuso, de cara a la tormenta que ya bien formada y con sus rayos y
sus truenos, se abalanzó sobre nosotros desde el Balaitús. El último kilómetro,
bajo la lluvia, fue todo un placer.
Una ruta de 1572 metros de desnivel
y 20 kilómetros,
con sus breves pasitos de trepa, un itinerario no siempre evidente, unos
paisajes de ensueño y la tormenta gestándose…
Un día completo, sellado con una muy buena cena en
Biescas y un reparador descanso en la tienda de campaña.
Y al día siguiente nos esperaba el Midí d´Ossau.
Buena perspectiva para coger el sueño.
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Una marmota nos da los buenos días de buena mañana. |
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Al alcanzar la explanada de los lagos, el Anayet aparece airoso y monumental. |
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A la derecha, el Midí se eleva imponente sobre el lago inferior de Anayet. |
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Trepando por las losas inclinadas equipadas con cadena. |
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Acabando el único paso "delicado" de la ascensión. |
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En la cima del Anayet. |
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Ya de regreso, Jose recoge la cuerda utilizada para asegurarnos. |
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Desde Vértice Anayet, el propio Anayet, de donde venimos, y el Midí, al fondo. |
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Primer plano de Balaitús-Frondiellas desde el Garmo de Izas. |
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Primer plano del Midí desde el Garmo de Izas. |
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La tormenta va gestándose sobre el Balaitus. |
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Cresta entre Culivillas y pico Royo. |
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La tormenta gana fuerza. Ya se le oye. |
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Y por fin se desencadena, pero ya estamos de regreso en el valle. |
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