Usted, Sra. Catalá, por lo que parece ser, ya se va.
Supongo que a continuar su carrera política y a dar conferencias por el mundo y
cosas así. Es lo que hacen todos los que llegan “tan alto” cuando descienden del
Olimpo hasta que vuelven a él, si vuelven. Pero con gallardía torera, hasta el
final, ha perseverado en sus errores.
Por eso, por esa perseverancia suya, y pensando también,
quizá más, en quien venga después de usted, escribo estas líneas.
No hay derecho a que les haya quitado la oportunidad
de septiembre a los alumnos. ¿A quién hacía daño? Ahora, en los últimos días de
junio, punto final. Y que cada uno se lo monte como pueda. Ahora nos toca
decir, “mira chaval, si hubiera exámenes en septiembre aún podrías pasar de
curso, pero no los hay; hazte a la idea de repetir…” ¿O es que quieren que les
regalemos las notas en casos como éstos?
Septiembre, a los alumnos que más les costaba, les
regalaba dos meses para ponerse a un nivel que a muchos les permitía
promocionar con garantías.
Septiembre, a los alumnos que habían tenido problemas
personales, familiares, de salud, les daba también un tiempo de más que les
venía muy bien. Era de justicia, ya que ellos no habían tenido la culpa de
sufrir un mal año.
Septiembre, a los alumnos que habían hecho el vago sin
más, les enseñaba la lección valiosísima para su educación moral de que sus
actos tienen consecuencias.
Septiembre, a los “profes” nos permitía programar el
curso, en determinados casos, a doce meses vista, lo que eliminaba presiones
innecesarias en mayo y junio, cuando por estas tierras, muy
frecuentemente, empieza a apretar el
calor y en las aulas se está ya de pena.
Septiembre, daba un arma a papás y “profes” para
hacer trabajar a los chavales cuando tocaba, durante el curso, con la consabida
frase, “si quieres pasar un buen verano…” Y si metían la pata, era una muy
buena lección.
Septiembre, además, permitía a mucha gente, bien en
academias o por libre, sacarse unos dinerillos extra, y eran normalmente
estudiantes, a los que esta fuente de ingresos les venía muy bien.
¿A quién hacía daño septiembre? Daño a nadie. Como
máximo se podrá decir que era poco útil, pero por poco útil que fuera, si a
nadie hacía daño y a algunos les ayudaba, ¿por qué eliminarlo? Pero además es
que sí, era útil.
Y también he de decir, sin autoridad moral para decirlo,
porque tampoco yo he hecho nada, aparte de escribir en este blog, que me
avergüenzo de la respuesta tibia y resignada del profesorado. ¿Por qué no hemos
defendido, ni defendemos los derechos de nuestros alumnos? ¿Por qué no hemos
montado la marimorena en defensa de esa última oportunidad, que era septiembre,
que a tantos nos ha venido bien? ¿Dónde está la atención a la diversidad, la
educación inclusiva, el apoyo a los que más les cuesta…?
. ¿Y los papás? ¿Y las APAS? ¿Qué han dicho? ¿Qué han
hecho? También a ellos parece darles igual. Si el niño va bien, el problema no
va con esa familia, y si va mal, ¿qué le vamos a hacer? Al menos las notas del
niño no les fastidia el verano. Es eso, ¿no?
Insolidaridad de unos y comodidad o resignación de otros.
En fin, decisión ésta de quitar septiembre, absurda,
incomprensible, rayando lo irracional, aplicada sin éxito en otras comunidades,
pero que aquí se mantiene un año más, y punto. Las víctimas, los alumnos, como
siempre; y nosotros con ellos.
Espero que este sinsentido se acabe pronto. Y espero
que en su lugar no nos impongan otro, y otro, y otro... Espero.
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