Evocando esta tarde tormentosa de finales de
primavera, aquella tormenta que en julio de 1987 nos sorprendió en los Astazus.
El cielo fosco, cerrado. Las brumas movedizas lamen
pareces y corredores, se enganchan en las crestas. El viento, ahora cálido,
ahora helado, sube violento de los abismos de Gavarnie, o desciende, pesado, de
las cimas superiores.
Y en la aérea arista, a más de 3000 metros , nos
sentimos solos, terriblemente solos. Una extraña sensación de ansiedad y miedo
va haciéndonos apretar el paso. Destrepamos deprisa tratando de perder altura
lo antes posible. Estamos a más de 1400 metros sobre las tiendas.
La montaña nos ha dejado llegar hasta ella. Ahora nos
expulsa altiva, violenta, y silenciosamente huimos por el laberinto kárstico
del lago, envuelto en densa niebla, buscando el sendero del valle. A nuestra
derecha intuimos la cima del Perdido, ahora oculta.
Cerca
de la cruz de Pineta, un sonido sordo rueda por las laderas, retumba en las
paredes heladas, estremece el glaciar. Seguimos bajando. Aún nos quedan mil
metros. Ya la tormenta ha estallado sobre los Astazus.
Estamos aún tan lejos de las tiendas…
Collado de los Astazus. |
Cima del Astazu inferior. |
En la cima del Astazu superior. |
La norte del Perdido desde el Astazu superior. |
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