¡Vamos a por él! |
Ahora que
estamos acabando el curso, es momento de reflexionar sobre cómo vuestros hijos
promocionan. Con el objeto de ayudaros a esa reflexión, continúo una serie de
tres entradas, en forma de carta dirigida a los padres, y una dirigida a los
alumnos de 6º de Primaria.
1. A los padres de 1º o 2º de Primaria.
2. A los padres de 6º de Primaria.
3. A los alumnos de 6º de Primaria. Decálogo
para ir bien en la ESO.
4. A los padres de 4º de Secundaria.
Estimados
padres:
Ya
se ha acabado la Primaria. En estos seis últimos años, vuestros
hijos han experimentado cambios muy importantes, muchos de ellos bien visibles,
otros no tanto, que nos hacen recordar, no sin cierta nostalgia, a aquel
pequeñín que salió de Infantil y que ya ha quedado tan atrás.
Vamos
a entrar en Secundaria. Otro mundo. Allí vuestro hijo va a tener que empezar a
demostrar y a demostrarse que es capaz de responder a nuevas exigencias. Va a
tener que aplicar unas habilidades escolares y sociales sin las cuales la Secundaria se convertirá, de un modo
asombrosamente rápido, en el inicio de una serie de situaciones que bien pueden
acabar conduciéndole al fracaso escolar. Y el fracaso escolar generalmente
provoca conflictos familiares, se generaliza en fracaso personal y acaba
derivando en situaciones de riesgo social.
¿Cuáles
son estas habilidades a las que me estoy refiriendo? Podíamos formularlas de
muchas formas, pero siendo lo más concretos posible, las resumiríamos en tres.
A saber:
1ª Una
autonomía personal demostrada.
2ª Un
sentido del deber, ya bastante claro.
3ª Un
saber estar.
A
lo largo de Primaria han debido de ir creciendo en esa autonomía
personal. Una autonomía que no se refiere sólo a lo específicamente
escolar, sino a todos los ámbitos de la vida del niño. Una autonomía que les ha
de permitir ir estableciendo su identidad, y además responder
satisfactoriamente a las exigencias del entorno, entre ellas las del colegio.
Si a estas alturas hay que estar siempre detrás de ellos para que hagan los
deberes, sepan qué libros han de llevar cada día a clase, cuiden su aseo
personal, cumplan en las tareas domésticas, etc. algo está fallando. Y nos
pasará factura ya, sin demora.
También
en este momento debe haberse desarrollado el sentido del deber. Las
cosas deben hacerse porque debo hacerlas, no por premios o castigos (terrible
camino este si lo hemos iniciado) que acaban frecuentemente en un absurdo
cotidiano insostenible. Y además han de hacerlas les apetezca o no. El que me
apetezca o no hacer algo, es cuestión insignificante. Digámosles y
demostrémosles que el “me apetece o no me apetece” no es criterio digno de la
conducta humana, aunque sea muy frecuente.
Y
finalmente en Secundaria ya deben saber estar. Deben saber estar en
casi cualquier sitio y, por supuesto, en la clase. De aquí surgen situaciones
problemáticas (también en el vestir, posible problema ya inminente), que se
pagarán caras ahora, y carísimas en cursos venideros. Tienen que tener ya muy
claro que el acto docente es algo serio, que exige respeto y compostura, pues
sólo así podrán atender y entender, punto de arranque de todo
proceso de aprendizaje.
Ninguno
de estos tres aspectos es de aplicación específicamente escolar, pero incide en
la escuela directamente. Por eso, en contra de la tendencia social de cargar
sobre la escuela el peso de la educación de los niños, os recordamos que este
peso debe caer fundamentalmente sobre la familia. En la escuela colaboramos.
Y
para que esta colaboración sea eficaz, creemos importante deciros, como
ya os hemos dicho en otras ocasiones, que vuestro hijo necesita vernos juntos
al “cole” y a los “papis”. El abismo de desconfianza que desde determinados
ámbitos están abriendo entre el colegio y la familia, perjudica gravemente a
vuestros hijos; a nosotros también, pero sobre todo a vuestro hijos.
Hay
que insistir, y lo hago con las mismas palabras que hace seis años. Mirad, de
cara al niño, en casa el “cole” siempre tiene razón, y viceversa. Y si pensamos
que no es así, hablemos, pero nunca delante del niño, como no sea para
mostrarle y reafirmar nuestra mutua confianza y colaboración. Lo contrario es
hacerle daño, mucho daño a vuestro hijo, maniatarnos todos, echarnos arena a
los ojos…y eso siempre se paga, porque el niño es alumno durante un tiempo,
pero siempre será hijo de sus padres.
Por
lo demás, feliz Secundaria. No hay que tenerle miedo. Si hacemos todos las
cosas bien, aunque nos equivoquemos de vez en cuando, pueden ser cuatro años
muy bonitos.
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