He
esperado a un día como hoy para escribirle la segunda carta abierta, Sr. Puig.
No porque lo deseara sino porque era inevitable que llegara, y lo temía. Viento
de poniente, temperaturas altísimas, humedad baja. Y el miedo en el cuerpo…
Y es
que, como según usted el monte no es un jardín, hay que dejarlo como está, palmo
arriba, palmo abajo. Y cuando vengan días como hoy, todo pendiente de un hilo.
Pero claro, como no es un jardín, asumiremos el riesgo extremo permanente, ¿no?
Se
lo dije ya, cuando aún estaba caliente el incendio de Gátova, y se lo repito
ahora. El monte, nuestros montes o son un jardín o serán un desierto pasando
previamente por un infierno. No hay alternativa. La situación actual de nuestro
medio ambiente es transitoria si no lo convertimos, aunque usted no lo crea, en
un jardín.
Las
causas que nos han llevado hasta aquí ya las expuse en la primera carta, pero
no propuse soluciones. Y eso no está bien. Hay que ser constructivo. Esto aún tiene arreglo.
En
primer lugar hay que revitalizar el mundo rural. Educación, sanidad y
comunicaciones deben ser objetivo prioritario de una administración que quiera
tratar a todos los ciudadanos por igual, vivan donde vivan. En esto estaremos de acuerdo.
Pero
esto no basta. También será necesaria una intervención en los montes y bosques
intensa, extensa y a largo plazo, porque por mucho que se revitalizara el
tejido rural, la interrelación entre el hombre y su medio natural de antaño no
volverá. El equilibrio lo rompió “el progreso”. Hay que intervenir de otra manera.
Y
mire usted, Sr. Puig, esa intervención no hay economía, por robusta que sea,
que pueda costearla. Hay que dejar entrar a la iniciativa privada, a las
empresas de gestión forestal, de tratamiento de la biomasa. Debidamente
controladas, mantendrían el monte en condiciones, las pistas transitables, repoblarían por propio interés, generarían
puestos de trabajo y no nos costaría un duro a los contribuyentes. En esto no estaremos de acuerdo. Porque claro, ahí chocamos con sus prejuicios. ¡Privatizar! ¡Uhhhhh, qué miedo!
Pero es que no se trata de privatizar el monte, sino de que la gestión de todos los montes, públicos y privados, sea privada. Y es éste el único camino porque ni su administración, ni ninguna administración, pueden asumir el coste de mantener el monte mediterráneo en condiciones. Y menos con la evolución del clima.
Pero es que no se trata de privatizar el monte, sino de que la gestión de todos los montes, públicos y privados, sea privada. Y es éste el único camino porque ni su administración, ni ninguna administración, pueden asumir el coste de mantener el monte mediterráneo en condiciones. Y menos con la evolución del clima.
Hay
que hacerlo, pero ustedes no pueden, aunque quisieran, pero tampoco dejan que
otros lo hagan. Esta es la contradicción. Y fíjese, esta contradicción le lleva
a pensar y a decir que el monte no es un jardín. Así no tiene que asumir el
hecho de que hay que intervenir ya. Con decir que no hay que hacer mucho más de lo que hacemos, asunto concluido ¡Que inmensa irresponsabilidad! ¡Qué falta
de honestidad! ¡Qué lamentable carga de prejuicios!
Cualquiera que conozca nuestros montes sabe que penden de un hilo, que el
cambio climático les está afectando y les afectará de lleno, que es urgente
actuar ya, que es posible hacerlo, pero sabe también que aquí nadie va a mover
un dedo.
¿Y
sabe por qué, Sr. Puig? Porque en esto, como en otros muchos terrenos, ustedes
no funcionan sobre un análisis objetivo de la realidad, sino sobre un
constructo ideológico rabiosamente conservador y anclado en tiempos pasados.
Por
eso son como el perro del hortelano, ni comen ni dejan comer. ¡Claro, el chucho
en cuestión no se come las hortalizas del huerto, pero tampoco deja que nadie
se las coma! Cosas de Lope de Vega.
No hay comentarios:
Publicar un comentario