FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

viernes, 8 de septiembre de 2017

El largo brazo del miedo.


Andaba yo ayer por la serranía de Cuenca, cuando se me hizo la hora de comer y recalé en un pueblecito cuyo único bar era el de una casa rural en la que, según me dijo el dueño, por mucho que digan las estadísticas, este verano no se habían comido una rosca. Aquí sólo hay calma, silencio y mucho monte, decía, y eso no vende.
Por este motivo sólo cocinaban bajo encargo, porque de lo contrario tenían que tirar la comida. Vi dos mesas puestas pero, según me dijo, eran para trabajadores que iban todos los días, y el menú era ensalada y potaje. Yo me conformo con un par de huevos fritos con jamón, dije. Él se quedó pensando, y al momento me dijo que podía ofrecerme codillo con patatas y pimientos; que le salía muy bueno. Y así fue. El codillo estaba buenísimo, y acompañado por unas olivitas, dos buenas cervezas de barril y un carajillo, comí la mar de bien por el módico precio de once euros.
Cuando entré sólo había dos parroquianos, muy mayores, que acababan de comer y charlaban bajito. Yo me puse de espaldas a la tele. Al momento entraron los trabajadores, gentes de campo, de montes, de caminos.
Pronto caí en la cuenta de que siendo catorce, contándome a mí, en el pequeño local el silencio era absoluto. Hablaba entonces, en directo, desde La Moncloa, el Presidente del Gobierno a propósito de la locura del "Parlament". Las miradas en el plato y de vez en cuando, fugazmente, en la televisión. El dueño, desde la barra, sí la miraba fijo. Los abueletes no parecían mirar a ningún sitio. 
Cuando Rajoy acabó de hablar, se acabó el silencio. Todos comenzaron a charlar, el dueño salió de la barra y los abueletes, con la sonrisa beatífica de quien ya se sabe al margen de la historia, y la mirada de quien ha visto ya demasiado, salieron despacio, apoyándose en sus bastones, no sin desearnos a todos buen provecho.
Dejé el pueblo y atravesando extensos páramos desnudos, me interné en magníficos pinares. El pueblo próximo quedaba muy lejos, y muy solo también en la vastedad de la serranía. Y pensaba lo lejos que está la realidad de la gente, de la mayoría de la gente, de este circo absurdo y peligroso en que nos han metido la incapacidad de superar la historia de algunos y su pavoroso fanatismo. Sentí la preocupación de aquella gente en su silencio. Y vi el largo brazo del miedo llegando hasta los últimos rincones de nuestra tierra.

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