Señor
Puigdemont:
He de
reconocer que me ha costado entender cómo está haciendo lo que está haciendo,
pero creo que al fin lo entiendo. He caído en la cuenta estos últimos días. La
suya es una estrategia tan inteligente como alejada de cualquier principio
ético. Maquiavélica, sí señor. Pero le está funcionando, ¡vaya si le está
funcionando!
Lo
cierto es que ha tenido como aliados a los dos grandes partidos y a otros no
tan grandes, cuya incapacidad de ponerse de acuerdo a tiempo para dar una
solución política a la autodeterminación de Cataluña se lo ha puesto en
bandeja. Porque a usted, una eventual reforma de la Constitución, que hubiera
permitido un referéndum de autodeterminación legal a su debido tiempo, no le
hubiera hecho ninguna gracia, simplemente, y usted lo sabe, porque desde la ley,
la calma y la serenidad, había muchas probabilidades de que ganara el no a la
independencia. No tiene más que mirar su parlamento y el sentir de los
ciudadanos, de todos los ciudadanos, también de los que tienen silenciados.
A
partir de ahí ya ha sido todo fácil, ¿verdad? Sólo se trataba de romper la
baraja, saltarse las reglas del juego y exigir al gobierno lo que no se le puede
exigir a ningún gobierno de un país democrático; que rompa la Constitución que
tiene el deber de preservar, porque es lo que lo legitima como gobierno y nos
hace ser un estado de derecho. Y usted lo sabe muy bien como político, está
pidiendo lo imposible.
Y pidiendo
lo imposible y diciendo a sus seguidores que sí es posible en un delirante
juego demagógico, ha ido creando un ambiente de crispación que es lo que
buscaba. Y le está saliendo bien. Cuanto más tensa la cuerda, más presión tiene
que ejercer el gobierno de la nación, porque es su ineludible obligación. Y eso
es lo que usted quiere. Que vayan “fuerzas de ocupación extranjeras”, cuantas
más mejor, para decir a sus ciudadanos que España nos oprime, que no nos deja
expresar nuestra voluntad, que no nos deja ser libres… Y como durante tantos
años han estado manipulando la historia y trabajando a fondo el nacionalismo
excluyente, a mucha gente le resulta muy creíble este falso planteamiento.
Y más
le digo, y me da miedo y pena decirlo. Manteniendo el desafío hasta el límite y
llevando la tensión a la calle, como hace ya tiempo la está llevando, me parece
que sigue buscando algo que aún no tiene, un mártir. Sí señor Puigdemont, un
muerto creo que le vendría como anillo al dedo. Eso sí, de los suyos; un
policía o un guardia civil no le sirve. Así podría decir: España asesina,
España opresora, España fascista… Y justificar ante el mundo entero la
necesaria liberación de su pueblo.
Esta
es la estrategia que creo que usted está siguiendo hasta ahora, pero ¿con qué
objetivo? Con el objetivo de actuar unilateralmente, o negociar si no tiene más
remedio, desde una posición de fuerza. La fuerza que le dará aparecer como
víctima ante el mundo y tener, ahora sí, una mayoría por la independencia.
Mire
usted, yo creo en el derecho de autodeterminación de los pueblos, en el de Cataluña
también. No pasaría nada que nuestra constitución contemplara ese derecho como
lo contemplan otras constituciones. Pero creo también en la democracia y en la
absoluta necesidad de respetar las leyes que hayan sido democráticamente
establecidas, como es la Constitución española. Y eso es lo primero.
Porque
preservar la ley es preservar al hombre, a su dignidad, a su libertad y a su
vida. Y eso es sagrado, y la primera obligación de todo político. Es el hombre
lo único sagrado, no la patria, ninguna patria, la catalana tampoco, por mucho
que se le haga a la gente el nudo en la garganta con el himno, la bandera, las
palabras acaloradas y altisonantes y toda la demás parafernalia típicamente
nacionalista.
Sepa señor Puigdemont que con su juego está escribiendo una nueva página negra en la historia de
España. Que destruye la convivencia y la paz social en un proceso involutivo que me
pone los pelos de punta. Que su estrategia, que no su objetivo que es legítimo,
aunque no lo comparta, rompe todo principio ético; ya se lo he dicho al
principio. Que pase lo que pase en el futuro, usted y los suyos han perdido
toda autoridad moral para hablar de democracia, derecho, libertad, justicia…, y
que la república que pretende crear, por el modo de hacerlo, se asienta sobre
lo más negro de la historia de la humanidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario