Hoy
irá el perito a ver mi coche, bastante magullado el pobre por una espectacular
granizada que tuvo a bien caer una noche de este verano pasado en Sallent de
Gállego.
La
verdad es que la disfrutamos. La vimos llegar desde la terraza del apartamento,
espectacular, salvaje. Durante un rato aquello parecía el fin del mundo; rayos,
truenos, viento, agua a cántaros, piedra… Luego pasó y dejó una noche fría y un
cielo revuelto.
Cuando
ya se pudo salir a la calle vimos a algunas personas mirando y remirando sus
coches. Imaginamos su preocupación si no los tenían asegurados contra desmanes meteorológicos del calibre del que acabábamos
de presenciar.
Como
afortunadamente no era nuestro caso, bajamos también, no a ver los coches, (las
lunas, al menos, estaban en su sitio y enteritas) ya los veríamos por la
mañana, sino a recoger aquellas hermosas bolas de hielo que la madre
naturaleza, tan atenta ella, nos había regalado para las copichuelas de después
de la cena.
¡Pocas
veces el hielo con el que enfriamos nuestras bebidas nos ha llegado de tan
alto! ¡Eran además tan gorditas, tan redonditas y tan monas!
Y ya habían empezado a adelgazar. |
En el gin tonic. |
En el pacharán. |
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