Cumple
hoy 25 años, está de buen ver y en plenas facultades, y nosotros le estamos muy
agradecidos por los múltiples servicios que nos ha prestado, nos presta y
esperamos que nos siga prestando.
Estoy
hablando de La Olivia, el corseta rojito, que tal día como hoy, salió a la
calle de mi mano hace ya tanto tiempo… Le he prometido, como regalo, llenarle
el depósito de diésel del caro, y una buena limpieza por dentro y por fuera.
¡Se lo merece!
Pero,
cumpleaños aparte, quiero hacer una reflexión que escuché en la radio hace
algún tiempo sobre los coches viejos, y más si son diésel; cada vez más
perseguidos, por cierto. Una reflexión que me reconfortó y me convenció de
seguir con La Olivia todo el tiempo que pueda.
Decía
así una señora de un grupo ecologista, creo. Es cierto que los motores diésel,
y más si son antiguos, contaminan mucho. Si están bien cuidados, menos. Pero si
en vez aguantar un vehículo 25 años, nos compramos uno nuevo cada 5, aún
contaminaremos más, porque el gasto medioambiental que supone la fabricación de
un vehículo (contaminación incluida) es importante. Y si lo multiplicamos por
5, es claramente superior a lo que puede haber contaminado, por ejemplo nuestra
Olivieta, tratándola bien como la hemos tratado: revisiones periódicas,
“iteuvés” y demás atenciones pertinentes.
La
verdad es que me quedé asombrado por este planteamiento que no sé hasta qué
punto será cierto del todo, pero al menos me quedó muy clara una cosa. Aunque
esto fuera absolutamente cierto sería una verdad sin consecuencias, pues la
industria del automóvil debe seguir rulando. Es la sociedad de consumo donde a
menudo nada es lo que parece.
En
fin, cantemos:
¡¡¡Cumpleaños
feliz, tócate el radiador…!!!
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