Por aquí se empieza.
Estos
días pasados se ha hablado mucho, una vez más, de la violencia en el fútbol. La
muerte natural dicen, de un ertzaina, ha convertido la noticia de los
altercados de Bilbao en más noticia todavía.
Tertulias,
debates, manifestaciones de duelo, declaraciones varias… Lógicamente la UEFA,
la FIFA, la CHUFA y me falta decir la madre que les… a todos, se han pronunciado
indignadísimos a raíz de lo ocurrido. Mentira. Todo mentira. Espectáculo y
cinismo en grandes dosis.
A mí
no me gusta el fútbol. Me aburre soberanamente. Por eso es posible que sea más
objetivo a la hora de plantear soluciones a este problema crónico, y que va a
más, de la violencia en los estadios y fuera de ellos.
Se
trataría sencillamente de aplicar estas tres medidas preventivas:
La
primera. En el fútbol base, ¡son niños! expulsar del campo de Villatorcuatitos
del Rey Sancho, por ejemplo, al primer papá descerebrado que insulte a quien
sea. Sin contemplaciones. Ahí nace todo lo que viene después.
La
segunda. Los clubes, y más hoy en día, tienen instrumentos suficientes para
detectar esos tumores malignos que surgen entre sus seguidores. Detectados,
denunciados, sancionados y extirpados.
La
tercera. Expulsar de la competición, sea liga, copa o cualquiera de esas que se
inventan en el delirio futbolero que sufrimos, al club cuyos seguidores
enfermos, y no excluidos a tiempo, han montado el numerito.
Y ya
está. Así de sencillo y así de imposible. Imposible porque detrás de esto se
esconden conductas patológicas y don Dinero. El poderoso caballero. Conductas
patológicas como las de los padres frustrados que quieren compensar sus traumas
ocultos con el éxito de sus hijos; como las de los jóvenes sin principios ni
norte alguno que desahogan su rabia golpeando donde sea y a quien sea; como las
de personas desarraigadas que encuentran en el grupúsculo violento el entorno
acogedor que no han encontrado en otra parte… Y el dinero. Los tremendos
intereses económicos que hay detrás de cada club, intereses más poderosos
cuanto más alto está el club.
Una
terrible alianza entre el dinero y conductas enfermizas. Por eso este problema
no tiene solución. Y no la tendrá mientras no cambien mucho las cosas. Y por eso me dan vergüenza las tonterías
políticamente correctas que cuando pasa algo inundan los medios de
comunicación. Así se duermen conciencias, pero nada se resuelve. Y llegamos al
extremo vergonzoso de que un club, para curarse en salud, aconseje a sus
seguidores que no lleven a sus hijos a un partido, por lo que pueda pasar.
Y una
cosita más para acabar. El que la hace la paga. Eso se llama asumir
responsabilidades. Sigo sin entender que la policía, en el último caso la
ertzaintza, se juegue el tipo, y a veces lo pierda, para defendernos a todos, y
que luego el juez suelte a los detenidos con o sin cargos, me da igual. Y no
tiene la culpa el juez. El juez sólo aplica las leyes que hacen los políticos.
Ahí está el problema. ¿Protegen de verdad los políticos a los ciudadanos que,
después de todo, somos quienes les hemos puesto donde están? ¿Protege de verdad
el código penal a la inmensa mayoría de la gente que solo quiere vivir en paz, y en este caso disfrutar del fútbol?
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