Creo
que hemos perdido el norte porque los árboles no nos han dejado ver el bosque,
y claro, no sabemos ni donde estamos ni a dónde vamos. Y esto nos ha pasado por
utilizar tanto la palabra democracia. Se nos ha olvidado qué diablos es eso, y luego
pasa lo que pasa.
Habría
que recordar a todo bicho viviente que en democracia hay que hacer la voluntad
de la mayoría. ¡De la mayoría! No de la mitad. Si tuviéramos esto claro, ni la
mitad de los ingleses, ni la mitad de los catalanes estarían montando el “pifostio”
que están montando.
A
Europa le está saliendo muy caro este olvido de lo que es la verdadera
democracia. Y me sorprende que con tanto intelectual sesudo, filósofo
sapientísimo, político experimentado y demás seres de alta alcurnia neuronal,
no haya caído nadie en la cuenta de que urge regular el tema de los referéndums
en todo el territorio europeo, entre otras cosas.
Y
sería muy fácil. Para garantizar que actuamos según la voluntad de la mayoría,
no habría más que establecer dos criterios. Un mínimo de participación en los referéndums, dos tercios; y una mayoría real para validar el resultado, otros dos tercios; por ejemplo.
Me da
igual ingleses que catalanes. Si acuden a las urnas al menos dos tercios de los
ciudadanos, y de esos dos tercios votan sí al brexit y sí a la independencia otros dos tercios, sería una voluntad realmente democrática, y habría que
actuar en consecuencia. Gran Bretaña saldría democráticamente de la Unión, no
estúpidamente; y España tendría que reformar la Constitución para respetar a
esa mayoría real, y que pudieran independizarse según ley, civilizadamente.
Pero
que sólo la mitad, palmo arriba, palmo abajo hayan decidido salirse de Europa y
salirse de España, con las consecuencias gravísimas que ello conlleva, y
tengamos que hacerles caso, es simplemente demencial.
En el
caso del brexit el asunto parece imparable. En el de Cataluña, veremos. Y ambos
divorcios son malos, muy malos, porque hacen daño a mucha gente y debilitan
Europa. Y además no son decisiones democráticas.
Porque
aunque están actuando en nombre de la democracia, hay que decir alto y claro
que eso no es democracia. Es una caricatura pueril y ridícula de la democracia.
Una situación establecida democráticamente no puede cambiarse porque la mitad
de los ciudadanos lo desee. Eso es una forma de tiranía; la tiranía de una
mitad sobre la otra. Eso no tiene ningún sentido. Eso es coger el rábano por
las hojas.
Nos
quedaremos sin rábano y con cara de tontos. Y que no acabemos a tortas.
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