Sólo
yo tengo la razón. Solo yo conozco la verdad. Yo soy superior porque tengo
la razón y conozco la verdad. Los otros
son el error, el mal, y por eso no tienen derecho a existir. No hay nada que
hablar con semejantes individuos. Por eso debemos destruirlos o apartarnos de
ellos. Sólo nosotros podemos llevar al país a la “tierra prometida”.
Este
discurso, auténtica alimaña social, tan viejo como la humanidad, ha provocado
millones de muertos a lo largo de los tiempos. Aquí nos llevó a la Guerra Civil
y a una larga dictadura. Después, en un momento luminoso de la historia, yo
estaba en la veintena, fuimos capaces de reencontrarnos y reconciliarnos,
y de mirar el futuro juntos. La Constitución del 78 selló este momento
histórico.
Yo,
como muchos, pensaba en aquel momento que los grandes problemas que habían
roto una y mil veces España a lo largo de los siglos, estaban resueltos para
siempre. La pluralidad, sana y enriquecedora, en la unidad, y una vida política
basada en el respeto y el consenso, rompían la maldición que suponen los
nacionalismos independentistas y la dinámica perversa del constante y estéril enfrentamiento
entre derechas e izquierdas, tanto más grave y peligroso cuanto más se
radicalizan ambas ideologías.
Hoy,
cuando esta constitución cumple 40 años, quizá los mejores de la historia de
España, la gente que piensa como digo en el primer párrafo, de un modo que entiendo perfectamente, se han hecho fuertes, y apoyándose en la conciencia de que
solo ellos tienen la absoluta verdad, disponen las piezas en el tablero como se
dispusieron en los años 30. No hace falta que diga los nombres de los partidos
en los que ha anidado esta alimaña.
Les
sobra la constitución porque a todos nos iguala en derechos y deberes, y nos
obliga al diálogo y al consenso. Y eso no, eso no va con ellos, porque sólo
ellos tienen la verdad y no hay nada que dialogar, nada que respetar de los
otros que viven en el error.
Quiero decir también que ese spot publicitario para conmemorar la efeméride, en el que aparecen dos vejetes que lucharon en la guerra en bandos contrarios, charlando amigablemente tras una vida en paz, me parece redondo, perfecto. Una llamada a no repetir la historia.
Por
todo esto, vuelvo a decir sÍ a nuestra constitución, asumiendo que debe
reformarse en algunos aspectos, pero siempre desde el diálogo y el consenso. Y
si no lo hay, no debe tocarse ni una coma, hasta que lo haya, como en el 78. Es la única manera
de asegurar un futuro en paz y bienestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario