FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Annapurna, junio de 1950.



Isabel descubrió y amó la montaña antes de ir a ella. Y lo hizo a través de la literatura, ya que ha sido y es una gran lectora. Yo lo único que hice fue facilitarle el acceso a ese mundo que sólo conocía a través de los libros.
Uno de esos libros, que ella sacaba de jovencita de la biblioteca y que leía ávidamente, ha venido a parar a casa, y ahora soy yo quien lo está leyendo, quien lo está disfrutando. Es el relato de la primera ascensión a un ochomil, el Annapurna, escrito por Maurice Herzog.
Fueron Herzog y Lachenal los primeros hombres en llegar a una cumbre de más de ocho mil metros. Era el 3 de junio de 1950 y la gesta fue tan bella como dramática. Las dimensiones de la montaña, las condiciones meteorológicas y los medios de los que disponían en aquellos tiempos, hacen de aquella conquista un monumento sin igual a capacidad de superación del ser humano.
Han pasado solo 68 años desde aquel día grande en la historia del montañismo, y han sido suficientes para que eso que hemos venido a llamar hacer montaña, se haya visto reducido a un deporte, a menudo competitivo y tristemente superficial.
Y no depende esto de la cordillera en la que estemos. Da igual que sea el lejano Himalaya o la sierra Calderona, aquí al lado de casa. La montaña es la misma ahora que entonces, somos nosotros los que hemos cambiado el modo de relacionarnos con ella. Hemos pasado de entrar en un santuario donde contemplando su grandeza entramos en lo más hondo de nosotros, a un estadio deportivo donde lo que buscamos es divertirnos, es decir huir un rato de nosotros mismos.
Yo sigo haciendo montaña como aquellos hombres, a la humilde escala en la que me muevo, algo de Alpes, mucho Pirineo y bastante de las sierras valencianas; por eso, cuando leo sus hazañas entiendo perfecta y cabalmente lo que dicen. Sus sentimientos y sus reflexiones no me son en absoluto ajenos. 
Quiero acabar estas consideraciones sobre lo que es para mí la montaña, hechas al hilo del libro que estoy leyendo, compartiendo el relato de Maurice Herzog del preciso momento en que llegan a la cima. El momento histórico en el que dos hombres hollan por primera vez una cumbre de más de 8000 metros.

"Subimos, deteniéndonos a cada paso. Recostados den los piolets, intentamos restablecer la respiración y calmar los latidos desordenados de nuestros corazones.
Ahora tenemos la sensación de que estamos llegando y ninguna dificultad podría detenernos. No hace falta que nos consultemos con la mirada: cada uno no leería en los ojos del otro más que una firme determinación. Un pequeño rodeo hacia la izquierda, algunos pasos todavía…La asista cimera se acerca lentamente. Después de evitar algunas rocas nos izamos despacio. ¿Es posible?
¡Si! Un viento brutal nos azota.
Estamos…sobre el Annapurna.
Ocho mil setenta y cinco metros.
Nuestro corazón se desborda de alegría.
¡Ah! ¡Si lo supieran los otros!
¡Si todos lo supieran!
La cima es una arista de hielo formando cornisa. Los precipicios del otro lado sin insondables, espantosos. Caen verticalmente bajo nuestros pies. No creo que haya muchos por el estilo en ninguna otra montaña del mundo.
Las nubes flotan a media altura, escondiendo el suave y fértil valle de Pokhara, a 7000 metros de profundidad. Hacia arriba, ¡nada!
Nuestra misión está cumplida, pero algo mucho más grande se ha conseguido. ¡Qué hermosa será la vida ahora!
Es inconcebible realizar bruscamente un ideal y realizarse a sí mismo.
Estoy paralizado por la emoción: jamás he sentido una alegría tan grande y tan pura".

No, no es un deporte. Sin menoscabo del deporte, tengo claro que hacer montaña no es un deporte. No es ni más ni menos, ni mejor ni peor. Es diferente. Y si lo que hacemos en ella lo convertimos en deporte, ya no estamos haciendo montaña.

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