Y la manipulación atenta contra la capacidad de desarrollar nuestra libertad interna. |
Hablaba
con mis alumnos de filosofía que hay dos tipo de libertad, la externa y la
interna. La externa es muy evidente y salta enseguida a la vista cuando algo o
alguien nos la limita o recorta. La interna, llamada también libre albedrío es,
según el libro de texto, la capacidad de decidir conscientemente entre varios
comportamientos posibles, aunque alguno de ellos sea doloroso o indeseable.
Les
comenté también que cuando consideramos que nuestra libertad externa está
siendo agredida saltamos rápidamente para defenderla, y encontramos además,
normalmente, una cierta solidaridad a nuestro alrededor, lo cual está muy bien.
Pero
cuando la agredida es nuestra libertad interna, es decir nuestra capacidad de
decidir conscientemente entre varios comportamientos posibles, a menudo no nos
damos ni cuenta, por lo que no tenemos defensa alguna ante esta agresión. Y
seguimos creyéndonos libres cuando no somos más que títeres en manos de vete tú
a saber quién y para qué.
Y les
invité a que pensaran en todo esto y lo aplicaran a los tiempos que corren. A
la democracia y a las próximas elecciones, por ejemplo. A ver a qué
conclusiones llegan. Hasta aquí lo que dije en clase. No fui más lejos porque
podía caer en la manipulación de mis alumnos, y eso nunca lo he hecho, aunque
es frecuente hacerlo en muchos centros de nuestro país.
Pero
sí puedo decir más en el blog.
Una
dictadura puede privarnos de la libertad externa. No hay libertad política, no
hay libertad de expresión, no hay elecciones libres… Y ante esto nos rebelamos,
¡claro!, y con razón. Es muy evidente, muy fácil de ver y además, como ya he
dicho, genera grandes corrientes de solidaridad con aquellos que han sido
privados de esa libertad y luchan por recuperarla.
Una
democracia, dominada por políticos demagogos, estratégicamente aliados con
medios de comunicación parciales, infligen una severa agresión a la libertad
interna de los ciudadanos. Y de esta agresión es muy difícil defenderse, porque
no la percibimos como tal. Y además porque cuando uno, reflexionando y
analizando sin prejuicios el discurso de estos políticos, descubre que está
siendo atacada su libertad interior y lo manifiesta, no suele descubrir
corriente de solidaridad alguna a su alrededor. Más bien al contrario; le
tildarán de facha o rojo, según entornos; y a veces las dos cosas
simultáneamente.
Con la
dictadura no teníamos libertad externa, pero sí interna, pues esa falta de
libertad externa alentaba la interna. Sin embargo, con la democracia actual sí
tenemos libertad externa pero no interna, porque hacer girar toda la política
alrededor del maldito y falso paradigma de las derechas y las izquierdas es un
gravísimo atentado contra la capacidad de decidir conscientemente entre varios
comportamientos posibles, es decir contra la libertad interna. ¿Por qué? Porque el ciudadano se ve obligado a decidir
sobre conceptos falsos, obsoletos y cargados de prejuicios; conceptos que en
modo alguno se ajustan a lo que es la
sociedad actual, pero que sirven para manipularla con el telón de fondo del
miedo.
Y creo
que esto es lo que provoca que, a unas horas del inicio de la campaña
electoral, casi la mitad de los ciudadanos no tenga aún ni idea de a quién va a
votar. Es la gente que, sin caer en la cuenta de ello, se resiste a perder su
libertad interna, pues confundidos por la demagogia, tienen muy difícil poder
decidir, y más si quieren hacerlo conscientemente, entre varios comportamientos
posibles, es decir entre los distintos partidos que se presentan. Porque votar
debe ser un comportamiento consciente y libre.
Una
democracia sin libertad es una democracia enferma. Porque de poco sirve la
libertad externa si a los ciudadanos se les priva, a base de salvajes y
machaconas manipulaciones demagógicas, de la libertad interna.
Estoy
es lo que hay. Esto es lo que pienso. Yo soy de los que aún no tengo ni idea de
a quién votar, o de si votar en blanco, o de votar con una burrada o un
pensamiento filosófico en la papeleta, o incluso si votar siquiera. Porque
desde hace tiempo, cada vez que leo u oigo lo que dicen nuestros políticos,
siento cómo atentan descaradamente contra mi libertad interna. Libertad que trato de preservar y que me llevará irremediablemente a una elección dolorosa e indeseable, sea la que sea.
Porque
la externa sin la interna es una farsa. Y entonces la democracia, la dictadura del más
cabrón; permítaseme el exabrupto.
Y
disculpad lo largo de la entrada.
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