Aunque
aún hace fresco y hará más estos próximos días, vamos ya hacia el calor. Nos
alejamos del invierno que tanto me gusta. Por eso sé que a esa, para mí, grata
tarea de preparar y encender la estufa de leña, le queda poco tiempo, y tendré
que esperar, para volverlo a hacer, a noviembre o diciembre.
Pero
¿por qué me gusta el invierno? Hace algún tiempo, navegando por internet, me
encontré con la respuesta. Me la dio el novelista inglés Richard Adams. Dice:
Muchos
humanos dicen que les gusta el invierno, pero lo que realmente les gusta es
poderse sentir protegidos frente a él. Para ellos la alimentación no supone
ningún problema en invierno. Tienen fuegos y ropa de abrigo. El invierno no
puede hacerles daño y, por tanto, aumenta su sensación de bienestar y
seguridad. Para los pájaros y los animales, al igual que para las personas
pobres, el invierno es otra historia.
Y
tiene razón. A nadie que le “duela” el invierno le puede gustar. Esto me ha
hecho consciente de lo privilegiados que somos frente a demasiada gente que teme la llegada del invierno. Sí, a mí me gusta, y soy ahora mucho más
consciente de lo que eso significa.
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