La educación, permeable a todas las gilipolleces, no ha tardado nada en aplicarse la palabrita. |
Es una
palabra que estaba en el diccionario pero que ha saltado a la fama
recientemente. No es nueva en el castellano, pues ya existía en el siglo XVI, aunque su significado actual nos viene ¡cómo no! del inglés. Estoy hablando del verbo empoderar y del
sustantivo empoderamiento.
Con todos los respetos he de decir que me
resulta repulsiva. Le tengo infinita manía a la pobre. Primero porque resulta
excesivo su uso, y eso me agobia; después por lo que muchas veces significa y
finalmente por su alma, un alma sucia.
Porque
las palabras tienen alma. Un alma que suele estar en su etimología, es decir en
su origen y su historia. Y esa alma es la palabra poder, una palabra que me da
mucho miedo, porque nombra una realidad que solo entiendo como servicio,
realidad que rara vez es así.
Hay
muchas palabras en español que, según lo que queramos decir, pueden utilizarse,
y con un significado más ajustado, en lugar de empoderar o empoderamiento. Pero
como la han puesto de moda…
Una
vez más empobrecemos el idioma, y además con unas palabras cuyo significado, ya
lo he dicho, es feo. Empoderar, dar poder, arrebatar el poder, alcanzar el
poder… Y cuando lo tenga ¿qué? Es feo, es rematadamente feo e inmoral.
Que
no, que no me gusta. Como ese estúpido anuncio que dice siente el poder de
llamar a un abogado. Yo no quiero sentir ese poder, en todo caso, la
tranquilidad de llamar a un abogado, no el poder.
No, yo
no quiero empoderar a nadie, no quiero colaborar con ningún empoderamiento. Sí
quiero, si puedo, acompañar, fortalecer, animar, liberar, impulsar, construir… pero no empoderar.
Uso y
abuso de la palabra poder y sus derivados. ¿Por qué será?
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