Hay
momentos en que acudo a la poesía, simplemente porque necesito hacerlo. Lo
necesito, puedo y quiero. Y esta tarde ha sido uno de esos momentos.
Comparto,
sin comentarios, el final de uno de los poemas del libro de Dámaso Alonso,
titulado, Madre.
No tengas
miedo, madre. Mira, un día ese tu sueño
cándido
se te hará de repente más profundo y
más
nítido.
Siempre
en el bosque de la primer mañana, siempre
en el
bosque nuestro.
Pero
ahora ya serán las ardillas, lindas, veloces
llamas,
llamitas de verdad;
y las
telas de araña, celestes pedrerías;
y la
huida de corzas, la fuga secular de las estrellas
a la
busca de Dios.
Y yo
te seguiré arrullando el sueño oscuro, te
seguiré
cantando.
Tú
oirás la oculta música, la música que rige el
universo.
Y allá
en tu sueño, madre, tú creerás que es tu hijo
quien
la envía. Tal vez sea verdad: que un corazón
es lo
que mueve el mundo.
Madre,
no temas. Dulcemente arrullada, dormirás en
el
bosque el más profundo sueño.
Espérame
en tu sueño. Espera allí a tu hijo, madre mía.
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