Acabábamos
de cenar en un tranquilo pueblecito del Pirineo cuando caí en la cuenta, Isabel
ya lo sabía, de que estaban jugando Valencia Barça la final de la Copa del Rey.
Y que iba ganando el Valencia 2 a 0.
A mí
no me gusta el fútbol, aunque he intentado que me guste sin conseguirlo. Me
aburre soberanamente y me da igual quien gane o pierda. Pero en este caso, mira
por dónde, me alegré y deseé que ganara el Valencia.
Llegamos
a la terracita de un bar donde nos sentamos a tomar una copa. La noche era
templada, aunque es mayo y las montañas aún tenían mucha nieve. Dentro, los
parroquianos, aragoneses todos ellos, seguían el partido, por lo que intuíamos
por sus exclamaciones, de parte del Valencia.
Sentí
en la noche pirenaica, ante un orujito de hierbas, un extraño fervor futbolero
y unas ganas irrefrenables de que perdiera el Barça. Pero metió un gol. Las
ganas de que perdiera se hicieron más intensas.
Le
comenté a Isabel los motivos de estos sentimientos extraños para mí. Le dije
que si esto que yo sentía es lo que siente la gente a la que sí le gusta el
fútbol, pero a lo bestia, el fútbol no es bueno para el corazón.
Un
motivo es que, aunque como ya he dicho a mí no me gusta, soy valenciano, nacido
muy cerquita de La Lonja y el Mercado Central, e Isabel, mi mujer, al lado del
ayuntamiento y la Iglesia de Ribarroja, en la “volta de la processó”. Y aunque
tenemos muy claro eso de ser ciudadanos del mundo, eso no quita que nos
sintamos valencianos y españoles.
Otro era
que siendo el año del centenario era bonito que ganara el Valencia. A fin de
cuentas cien años son cien años, y durante todo este tiempo ha habido mucha
gente a la que este club ha hecho feliz,
entre ellos mi abuelo Paco. Mucha gente que le ha entregado tiempo y esfuerzo.
Mucha gente a la que se le ha hecho la vida, quizá dura, más llevadera gracias
al Valencia. Sí era un bonito motivo.
Y el
otro motivo es que tal y como están las cosas, que la copa del Rey la ganara el
Barça me parecía algo contra natura. Ver a su majestad entregando el trofeo al
Barcelona C.F. me retorcía hasta la última de mis tripas. Me parecía
incoherente, injusto y feo de cojones, con perdón. Y lo siento por esa mitad de
catalanes, silenciados y silenciosos, que están viviendo en un infierno que no
merecen. A todos ellos mi solidaridad y mi respeto.
Quedaban
pocos minutos y seguía ganando el Valencia, pero se oían unos “uys” y unos “ays”
que lograron que acabara entrando en el bar. Había empezado el tiempo de
descuento y reconozco que me puse nervioso. Sí, yo me puse nervioso con un
partido de fútbol.
Y
cuando el árbitro pitó el final me alegré con la gente que allí había, y salí
enseguida a decírselo a Isabel que, nerviosa (durante muchos años fue futbolera,
valencianista y donde hubo siempre queda), esperaba la noticia en la terraza. Y
nos alegramos. Y escuchamos unas tracas rompiendo el silencio de la noche
pirenaica.
Nos
fuimos a dormir contentos, pensando en la fiesta que habría en Valencia, en
Ribarroja y en todos los pueblos de nuestra tierra y en muchos de fuera de
ella.
Sí, había
ganado el Valencia, y en este momento de la historia es lo que tocaba. Al menos
así lo vivimos. Había ganado el Valencia, ha ganado el Valencia la Copa del
Rey, contra el Barça, por eso acabo esta entrada, con un
¡¡¡¡¡¡AMUNT VALENCIA!!!!!
Hola Jesús, estaba leyendo tu entrada de ¡Amunt Valencia! y me hiciste recordar muy gratamente al tío Paco y a la tía Gumer...
ResponderEliminarSaludos afectuosos!