Ha
partido hoy, el día siguiente al de su santo, a la Casa del Padre, mi tía Amparín, la hermana de mi madre. Son
muchos los recuerdos que de ella tengo, y todos gratos y entrañables.
Pero
sobre todos destacan dos épocas de mi vida en las que estuvo muy presente. Una
de ellas fue cuando yo era niño, en los veranos pasados en el chalet de mis
abuelos, en La Cañada. Éramos cinco niños, yo el mayor, y entra ella y mi madre
fueron capaces de regalarnos un tiempo del que puedo decir, "ojala que puedas conocer
los veranos que vivido yo", como dice Mocedades.
La
otra, cuando yo ya era mayor y habiendo ella enviudado, se venía con nosotros unos días al Pirineo, en
verano. Siempre pensé que de alguna forma era un más que justo agradecimiento a
lo que nos regaló cuando niños. Y sé que disfrutaba.
Quiero
esta tarde, a modo de homenaje y en su memoria, compartir uno de los textos
más conmovedores de Platero y yo. El Canario se muere.
Mira,
Platero, el canario de los niños ha amanecido hoy muerto en su jaula de plata.
Es verdad que el pobre estaba ya muy viejo... El invierno último, tú te
acuerdas bien, lo pasó silencioso, con la cabeza escondida en el plumón. Y al
entrar esta primavera, cuando el sol hacía jardín la estancia abierta y abrían
las mejores rosas del patio, él quiso también engalanar la vida nueva, y cantó
pero su voz era quebradiza y asmática, como la voz de una flauta cascada.
El
mayor de los niños, que lo cuidaba, viéndolo yerto en el fondo de la jaula, se
ha apresurado, lloroso, a decir:
—¡Puej
no l’a faltao na: ni comida, ni agua!
No. No
le ha faltado nada, Platero. “Se ha muerto porque sí” , diría Campoamor, otro
canario viejo...
Platero,
¿habrá un paraíso de los pájaros? ¿Habrá un vergel verde sobre el cielo azul,
todo en flor de rosales áureos, con almas de pájaros blancos, rosas, celestes,
amarillos?
Oye, a
la noche, los niños, tú y yo bajaremos el pájaro muerto al jardín. La luna está
ahora llena, y a su pálida plata, el pobre cantor, en la mano cándida de Blanca,
parecerá el pétalo mustio de un lirio amarillento Y lo enterraremos en la
tierra del rosal grande.
A la
primavera, Platero, hemos de ver al pájaro salir del corazón de una rosa
blanca. El aire fragante se pondrá canoro, y habrá por el sol de abril un errar
encantado de alas invisibles y un reguero secreto de trinos claros de oro puro.
Esa
primavera en la que hemos de ver al pájaro salir del corazón de una rosa blanca
es ya su primavera, y hoy habrá, en este sol triste de mayo, "un errar encantado de alas
invisibles y un reguero secreto de trinos claros de oro puro."
Esta
es nuestra fe, esta es nuestra esperanza.
Esta
era tu fe, esta era tu esperanza. ¡Que Dios te bendiga y te dé la vida y la
alegría para siempre!
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