Sí,
compraré en Zara. Ya lo he hecho muchas veces y lo seguiré haciendo. Es mi
forma de decir que ese no es el camino. Y ahora, cuando los imbéciles de turno vuelven
a poner al señor Ortega en su punto de mira, con más ganas.
De
verdad que no puedo entenderlo por mucho que lo intente. Claro que la sanidad
pública debe pagarse con nuestros impuestos. Pero si sobre eso, hay alguien que
quiere y puede poner la guinda al pastel ¿por qué no puede hacerlo? Una cosa no
quita la otra. "Com més sucre, més dolç", como dicen en valenciano.
Que es
para blanquear dinero o para evadir impuestos… Imbéciles, si hay una sospecha
de que la empresa de Amancio Ortega blanquea dinero o no cumple con hacienda, que actúe la justicia y punto. Si no lo hace será porque no puede hacerlo, es
decir porque no hay delito o porque la autoridad competente está conchabada con
él, y en este último caso se deberá actuar sobre esta corrupta autoridad.
Mientras tanto no veo problema alguno en que este hombre ayude a los demás con
lo que le sobra, porque lo importante es la gente, y más cuando está su vida en
juego. Se podría gastar ese dinero, que salvará vidas, de otras formas de las que
nadie nos enteraríamos.
¡Y es
que son imbéciles! Y cuando digo esta palabra, ya lo he hecho dos veces, con
esta tres, me remito a su significado en la RAE, en su primera acepción, tonto
o falto de inteligencia. Y no lo digo como insulto, sino como constatación de
que estos señores son tontos, es decir, tienen una cierta diversidad funcional,
como dicen ahora, la diversidad de quien “no tiene más que una idea en la
cabeza más fuerte que las de un hombre de talento que tiene millares”. Así
definía Balzac a los imbéciles. Y van cuatro.
Estos
individuos, fruto de la crisis de un sistema que con sus muchísimas sombras es
el que lamentablemente funciona dada la naturaleza humana, pretenden romperlo y
sustituirlo por otro, trasnochado y fracasado, que ya ha dado todo lo que de
bueno podía dar, a cambio, eso sí, de millones de muertos y de gravísimos y
continuados atentados contra la libertad y la democracia.
Esa es
su única idea, su simpleza ideológica, su pobreza mental, aderezada por la más descarada de las incoherencias. No hay más que seguir de cerca la
vida y milagros del macho alfa de todo este personal.
Y lo
que más me preocupa es que semejantes individuos puedan llegar al gobierno,
como probablemente pasará. Y es que, como decía Amadeo de Saboya, que vino, vio
e inteligentemente se largó, "si al menos fueran extranjeros los enemigos de España, todavía.
Pero no. Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y
perpetúan los males de la nación son españoles".
Yo,
mientras se empeñan en desperdiciar la enésima oportunidad histórica de salir
de nuestro peculiar pozo cainita y autodestructivo, oportunidad que supuso la
transición, la Constitución y todos estos años de democracia, seguiré comprando
en Zara.
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