Otra
vez, dos en poco tiempo, he podido disfrutar de la contemplación de la cabra
montés, pero esta vez con tiempo y de cerca, de muy cerca.
Andando con cuidado, en silencio y con ropa discreta, como siempre hago, si tienes la suerte de ver el rebaño, y te acercas muy despacio quedándote quieto y sentadito, puede ser que no salgan corriendo. Y eso es lo que me ha pasado hoy. Iba a subir una montaña, pero la he cambiado por un buen rato de estar entre las cabras, como una cabra más. Casi parecía que posaban para mí.
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