Soy un
enamorado de los caminos. Me gusta verlos, recorrerlos, fotografiarlos. Vistos
desde el aire o desde una montaña se asemejan a las arterias que mantienen vivo
un organismo. Entrar en ellos es como integrarse en ese organismo, formar parte
de él.
Cuando
un año más, mañana mismo, un grupo de alumnos y profesores del colegio en el
que trabajé toda mi vida empezarán a andar el Camino de Santiago, pienso que
harán exactamente eso, integrarse durante cinco días en ese organismo vivo que
la fe y la cultura han creado a lo largo de los siglos.
Y eso
no debe dejarles indiferentes. Ningún camino, auténticamente vivido, deja
indiferente al caminante. Porque aunque recorren un camino trazado desde
antiguo, en realidad cada uno está andando su propio camino, el de su vida.
Esta
reflexión me ha recordado un conocido poema de Antonio Machado que reproduzco a
continuación.
He
andado muchos caminos,
he
abierto muchas veredas;
he
navegado en cien mares,
y
atracado en cien riberas.
En
todas partes he visto
caravanas
de tristeza,
soberbios
y melancólicos
borrachos
de sombra negra,
y
pedantones al paño
que
miran, callan, y piensan
que
saben, porque no beben
el
vino de las tabernas.
Mala
gente que camina
y va
apestando la tierra...
Y en
todas partes he visto
gentes
que danzan o juegan,
cuando
pueden, y laboran
sus
cuatro palmos de tierra.
Nunca,
si llegan a un sitio,
preguntan
a dónde llegan.
Cuando
caminan, cabalgan
a
lomos de mula vieja,
y no
conocen la prisa
ni aun
en los días de fiesta.
Donde
hay vino, beben vino;
donde
no hay vino, agua fresca.
Son
buenas gentes que viven,
laboran,
pasan y sueñan,
y en
un día como tantos,
descansan
bajo la tierra.
Es
este un camino más en sus jóvenes vidas, un camino especialmente importante
intenso. Habrá otros caminos, otras veredas, otros mares y riberas, y verán,
como el poeta, a muchas gentes distintas.
Y ojalá
descubran, el camino que mañana empiezan les puede ayudar, que vale la pena formar
parte de esas buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan, y que el poeta nos describe con esa bonita sencillez
de quien habla de lo que ha visto.
Buenas
gentes que tras una vida sencilla, limpia, honesta saben que descansarán, pero
no bajo la tierra. Esa es nuestra fe.
¡Buen
camino tengan y que Dios les bendiga!
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