Panorama de la Tuca de Roques Trencades hacia el oeste. |
Pude
disfrutar de un emotivo momento este verano en una cima del Pirineo, la Tuca de
Roques Trencades, de 2755 m. Voy a contarlo porque es bonito.
Nosotros
habíamos subido por la cresta norte y desde la cima vimos un pequeño grupo,
cinco personas, que ascendía por la sur. Tres se quedaron en una antecima y dos
continuaron subiendo. Pasado
un tiempo llegó un chaval joven, rondaría los 16 o 17 años, y poco después un
señor mayor. Se abrazaron intensa y largamente, ajenos a nuestra evidente
presencia. Después se nos acercaron y entablamos una amable conversación. Eran
padre e hijo. Buscaban cimas poco conocidas para gozar del silencio, de inmensos
horizontes, de la compañía de la gente a la que quieres en la soledad de las
montañas ignoradas por la mayoría. El resto de la familia, ya cansada, se había
quedado un poco más abajo. El padre, feliz hablaba expansivo, y el chaval
sonreía y callaba. Ellos
siguieron su camino y nosotros el nuestro, pero con el buen sabor de haber
encontrado montañeros de los de antes, quedan pocos, y de haber sido testigos
de la presencia viva de la montaña fundiendo en un abrazo a un padre y su hijo.
Con todo lo que eso significa. Con todo lo que habría detrás de ese abrazo. |
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