A la
mayoría, decir a todos es mucho decir, nos gusta sentirnos cómodos allá donde
vivimos, incluso un poco orgullosos si puede ser. Nuestra ciudad, nuestro
barrio, nuestro pueblo, nuestra casa, si vivimos en el monte, forman parte de
nuestra propia vida.
Este
verano hemos estado en numerosos lugares cuyos habitantes no solo pueden sentirse
cómodos, sino además estar orgullosos. Y si es cierto que ese entorno tiene
mucho de heredado, y hay herencias y herencias, también es cierto que sobre lo
recibido de generaciones anteriores podemos actuar de muy diversas maneras.
Y una
de ellas es la limpieza de lo que es de todos. El breve trayecto de casa al
garaje donde guardo el coche es casi siempre una galería de basura impresentable.
Véanse las fotos hechas hoy mismo.
Hay
tres causas, pienso yo. Los adolescentes y jóvenes que se reúnen a pasar el
rato, y otras cosas, en las escaleras, mostrando su nula educación y de paso lo
mal que lo estamos haciendo como sociedad con ellos.
Por
otra parte ciertos adultos que no tienen reparo alguno en tirar una puerta al
barranco, dejándola allí como interesante expresión de “arte moderno”. La
basura es bella, pensarán.
Y
finalmente la gestión municipal de la limpieza del pueblo que, no siendo fácil,
debería ser más eficaz, porque aunque lo ideal sería que no hiciera tanta falta,
la realidad es que hay cerdos entre nosotros, más de los que quisiéramos, y con
estos bueyes hemos de arar. No creo que costara tanto retirar esa puerta que
lleva meses y meses, y barrer las escaleras y aledaños con más frecuencia.
El
hecho es que yendo esta mañana a por el coche, pensaba que si viniera de visita
algún amigo de esos que sí están orgullosos de su pueblo, y con razón, me daría
mucha vergüenza que hubiera venido conmigo.
214 litros en 358 días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario