Si
andas fijándote en lo que te rodea, a menudo te llevas gratas sorpresas. Como
un día de esta pasada semana, gris y húmedo pero sin una gota de lluvia, en que
pasé juntos a unos troncos de eucalipto muertos, tumbados junto al camino.
Fui a dejar allí la mochila para sacar algo para comer y me llamaron la atención los increíbles grabados que había en ellos. Es todo un mundo creado, no sé muy bien por quién ni durante cuánto tiempo, que pese a su singular belleza pasa del todo desapercibido.
En esta entrada los saco del abandono y olvido en el que estaban y los convierto en una serie de cuadros abstractos cuya autora es la mismísima madre naturaleza.
235 litros en 377 días.
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