Sólo unas breves palabras, no tengo
tiempo hoy de más, para dar la bienvenida a la vigésimo tercera edición del
diccionario de la Real
Academia que fue publicado ayer, 16 de octubre.
Mi agradecimiento a todos los que lo han
hecho posible, de ambos lados del Atlántico y allende los mares, con su trabajo
largo, minucioso y callado.
Es el diccionario el cofre donde
guardamos la inmensa riqueza de una lengua hablada por más de 450 millones de
personas extendidas por todo el mundo. La abrumadora diversidad que eso supone
es la sangre que mantiene siempre viva y vigorosa y en continua expansión nuestro idioma.
Sí, no lo he ocultado nunca, es mi lengua
materna el castellano o español, que de ambas formas se llama. En ella pienso,
siento, me expreso y vivo. Y de ella, de mi lengua, es de las pocas cosas de
las que estoy rotundamente orgulloso.
Sea pues bienvenido el nuevo diccionario
que a tanta gente nos une por encima de tantas y tan enriquecedoras diferencias
y que atesora las piezas con las que está construida lo que a mi juicio es la más
extensa y hermosa literatura que pueda concebirse.
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