Hoy 12 de octubre de 2014, hace 18 años, Sergio y Javi murieron en el valle de Pineta, a los pies del Marboré. Una potente e inesperada borrasca otoñal les sorprendió muy alto, demasiado alto.
Quiero recordarles hoy, recién llegado del Pirineo,
que hemos dejado gris y frío, en pleno otoño, con el texto que escribí poco
después del accidente y que publiqué en este blog hace dos años.
A la pregunta de por qué ha
sucedido algo así hay una respuesta tan inmediata como superficial e injusta:
“porque estaban jugándose el tipo donde no tocaba”,”Vetges tú, ¿qué feien allá
dalt?”,”eixos están locos” !Cuántas veces se habrán oído comentarios así, estos
días, por el pueblo!,¿verdad?
Yo tengo otra respuesta: Sergio y Javi estaban
viviendo, viviendo sí, con mayúsculas; tragándose la vida a grandes sorbos,
gozando del hecho simple y llano de existir, entregando lo mejor de ellos
mismos en un juego duro, austero, magnífico, un juego que les llevaba cada vez
que lo practicaban, desde que lo descubrieron, a esa increíble fiesta de encuentros que nos proporciona la montaña
en serio (la que hacían ellos), no el turismo o el esquí de pista: el encuentro
con uno mismo, con el otro, con la naturaleza, y en definitiva, para quien es
creyente, y ellos lo eran, con Dios.
Y esto no son palabras bonitas seleccionadas para el
momento. Es una de las razones, quizá la más importante, que impulsa, que nos
impulsa a muchos a ir “a jugarnos el tipo”. Es el ansia, el deseo de vivir a
fondo y en serio, de no huir de nada ni de nadie, de experimentar el gozo de estar desde la propia
individualidad, asumida con sus capacidades y limitaciones, con el otro,
integrándonos juntos, en algo que superándonos en su absoluta belleza y
grandeza, nos lanza más allá todavía, más allá. Y entonces hay quienes, desde
esta grandeza, desde esta belleza, envueltas
en silencio y soledad, fácilmente pueden llegar a la oración.
El accidente es un riesgo, una posibilidad siempre
presente, pero... ¿sólo en la montaña? Seamos objetivos. Muchos de nuestros jóvenes
se juegan, y ahí sí, estúpidamente, la vida, todos los fines de semana, al
volante. Y justo al contrario de como “se la estaban jugando” Sergio y Javi,
evadiéndose, huyendo de sí mismos, pasando el tiempo de la forma más normal del
mundo... y más vacía. Pero claro, esto lo tenemos asumido, es inevitable. Las
cifras cantan todos los fines de semana y las estadísticas les apuntan
inequívocamente. Pero cuando alcancen la edad tendrán coche, o moto, se irán de
fiesta, volverán a las cinco, a las seis, al amanecer, habrán perdido el tiempo
y nadie se rasgará las vestiduras.
Yo soy creyente y montañero, y por este orden; luego
viene todo lo demás, y desde mi fe no puedo menos que entender la muerte de
Sergio y Javi, allá en el Marboré, a 3000 metros , en el
límite de la tierra de los hombres, como una forma, incomprensiblemente bella y
durísima a la vez, de colmar plenamente de sentido sus vidas, ya eternamente
jóvenes.
Su
última ascensión no tuvo regreso al valle; dieron el salto a la plenitud, y ese
juego de encuentros al que antes aludía se consumó, haciendo de sus vidas una
obra de arte perfecta. La montaña les indicaba, les señalaba algo que
había por arriba de las nubes, más allá
del cielo, algo que intuimos en un crepúsculo lejano... ellos ya lo han
encontrado.
Y los que nos quedamos tristes, heridos, somos
nosotros; y nuestra tristeza, y el dolor de nuestra herida no menguarán si no
descubrimos que sus vidas han tenido pleno sentido y que ha sido su propia y
temprana muerte la que ha acabado de darles ese sentido.
Quizá ahora alguien entienda por qué vamos a la
montaña, por qué volveremos a la montaña. Quizá alguien entienda que la
encontraremos, incluso más entrañable, y su silencio más íntimo, porque sabemos
que, como dice un conocido alpinista “su espíritu vela por nosotros en los
altos espacios desnudos de la altitud que les eran familiares”.
Y
quizá ahora, pueda haber quien entienda también aquello que dijo un buen amigo
mío, allá en Pineta, cuando ya sabíamos que no había esperanza alguna de encontrarlos
vivos: “he visto hoy, al Monte Perdido, más hermoso que nunca”.
Y hoy también quiero, cuando el paso del tiempo vela y a la vez ilumina aquellos días, agradecer el testimonio de fe, la solidaridad, el respeto, la comprensión de tanta gente.
A todos y a tantos, gracias.
Y hoy también quiero, cuando el paso del tiempo vela y a la vez ilumina aquellos días, agradecer el testimonio de fe, la solidaridad, el respeto, la comprensión de tanta gente.
Hola Jesus. Creo que en la vida es bueno ser sinceros y creo que en homenaje a Sergio y Javi es el momento de contarte algo que posiblemente no sepas, y empiezo: yo a Javi nunca llegue a conocerle pero a Sergio si. A sergio le conoci una semana antes de su muerte en una convivencia en Agres en la que escribio una oracion-reflexion magnifica que creo que hay que recuperar (me consta que la dejo escrita). En un momento de la tarde-noche coincidimos tomando el fresco (que hacia) y empezamos a hablar, y surgiste en la conversacion, eran tiempos dificiles para Ti y para mi y creo que Sergio de alguna manera lo intuia, me hablo de todo lo que habia aprendido de Ti y nos contamos anecdotas Tuyas de profe y despues. Finalmente me dijo que estaba muy ilusionado en un viaje a los pirineos que iba a realizar con un amigo en el puente del 12 de Octubre y que
ResponderEliminar,a pesar de que no te habia visto mucho ultimamente, al volver esperaba que nos vieramos en alguna de esas "cenas de los Jueves" de las que tanto oia hablar. Fue la primera y la ultima vez que hable con El y creo que es justo que lo sepas. Un saludo.