No es la primera vez que lo digo; el
otoño, cuando de verdad es otoño, es la estación del año que más me gusta.
Tiene para mí algo que no es fácil explicar con palabras.
El frío avanzando poco a poco, la luz
suave, las noches largas, la lluvia...y los colores, los increíbles colores
otoñales. La naturaleza te invita al reposo, a la calma, al recogimiento y el
fuego recupera esa magia que hace que nos quedemos mirándolo en el hogar sin
hacer nada más que mirarlo tiempo y tiempo…
Antaño, por estas tierras teníamos otoños
así. Yo los recuerdo. Ahora hay que irse tierra adentro, al norte, para gozar
de estas sensaciones, para vivir el paso de las estaciones.
Y eso hemos hecho. ¡Qué esplendor este
fin de semana en los Pirineos!, ¡qué luz! ¡qué colores! Además, un tiempo
anormalmente cálido y sereno, ha hecho estallar en luminosa policromía los
bosques y las montañas.
El cielo azul, los altos pastos dorados
esperando las primeras nieves, los ríos bravos y los bosques en una auténtica fiesta
nos regalaban un otoño en todo su esplendor. Y en los pueblos, las típicas
chimeneas altoaragonesas, con sus columnas de humo dispersándose en el aire
tibio y tranquilo, perfumando las calles y las plazas, acababan de crear ese
ambiente sencillamente perfecto, ese ambiente que tanto me cuesta dejar, y cada
vez más.
Porque por aquí, en esta tierra que tanto
quiero, ya no hay verde, ya no hay colores, ya no hay agua, ya no hay otoño…
Pero no nos pongamos tristes. Estas palabras son para presentar una colección
de fotos otoñales que por bonitas que os parezcan son sólo una pobre sombra de
lo que allí hemos podido contemplar.
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Bellisimo: me están llamando los bosques.!
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