Celebrar nosotros Halloween, “jalobuin”, es como arrancar
al Cristo de los Faroles de la recoleta plaza de los Capuchinos, en su Córdoba
“natal” y bajarlo en fluvial procesión por el río Mississipi, en barca ¡claro!
Esta idea no es mía. Anda paseándose por face-book. Y
tiene toda la razón, la suscribo plenamente. La fiesta de Halloween me parece
extremadamente… fuera de lugar, rozando lo ridículo.
Pero ya está aquí, y no habrá quien se la lleve. Entró
a través de la tele y el cine. Fue acogida fervorosamente por la “gente guapa” en
sus urbanizaciones exclusivas y extendida por doquier cuando el personal se dio
cuenta de que movía mucho dinero y era divertida. Y acampó entre nosotros para
quedarse. En fin, lo de siempre.
Este fin de semana, cientos de miles de niños, de jóvenes,
de adultos se vestirán de calavera, de zombi, de monstruo, de enfermo (qué mal
gusto), harán la chorrada del truco o trato, cenarán a ser posible “made in
USA”…Sólo faltará que se llamen Billy, Johnny, Déborah, Elisabeth. Y muchos de
ellos, luego serán antiamericanos, que es lo que la progresía debe ser.
¡Faltaba más!
Pero junto a estas, a mi juicio, tonterías
intrascendentes, hay otra mucho más grave porque falsea y envenena toda la
situación. La de plantear el tema en clave anticlerical, cosa ésta muy nuestra
también. La de hacernos creer que es la Iglesia la que no quiere celebrar Halloween. Que
es la Iglesia
la que monta fiestas alternativas…Esto, en realidad, no es verdad, aunque algo
de cierto haya.
Porque sí, hay quien muy pío y devoto él, o muy pía y
devota ella (¿no se dice así?) proponen a los niños vestirse de santos y
vírgenes en vez de hacerlo de calavera, o a los jóvenes ir a misa y luego a la
adoración nocturna, en lugar de irse de cenota y “festurri” esquelético-discotequera,
para contrarrestar así los efectos perniciosos de una fiesta pagana.
¡La leche! Este país es la leche.
No veo contraposición entre Halloween, y Todos los
Santos y el Día de Difuntos. El creyente celebrará lo que tenga que celebrar
como lo que son, unas fiestas para recordar a los que ya viven para siempre. Una
fiesta de vida y no de muerte. Y luego, si quiere hacer el mono, pues lo hará.
Disfrazarse de Drácula o de hombre lobo y darle un susto a la vecina, puede
tener su gracia, esta noche o cualquier otra.
El verdadero problema, pienso yo, es que lo que supone
celebrar “jalobuin” sin más, tal como la hacen en Dakota del norte, por
ejemplo, es renunciar a nuestra historia, nuestra cultura, nuestras tradiciones.
No es a la Iglesia
a quien dañamos haciendo estas sandeces. Es a nuestra propia identidad a la que
despreciamos al aceptar tal cual algo que no es nuestro.
¿Por qué no leemos o contamos esta noche una leyenda
de Bécquer por ejemplo, con las luces apagadas, junto a una vela? El ir
disfrazados o no es intrascendente. Y mañana podemos celebrar cristianamente el
Día de Todos los Santos. ¿Por qué no? Una cosa no quita la otra.
Y una cosa no quita la otra porque nada tienen que
ver. No veo necesario proponer alternativas, competir, oponerse…Que haga el
tonto “made in USA” quien quiera. Libre es. El creyente celebrará lo que su fe
le lleve a celebrar. Y si luego le gusta disfrazarse, allá él con su buen gusto
y su sentido común.
Aunque en mi caso, y es el mío, entre vestirme de
calavera, y acompañar al Cristo de los Faroles por el río Mississipi me quedo
con lo segundo. Aunque preferiría no moverlo de su preciosa placita cordobesa.
NOTA:
Si quieres otra reflexión muy parecida a ésta y unos
textos muy nuestros, propios de estos días, escribe la palabra Bécquer en el
buscador de este mismo blog y encontrarás la entrada que publiqué el año pasado
por estas fechas.
Este año publicaré, el 1 de noviembre, otra leyenda
de Bécquer y el día 2, día de difuntos, una extraña historia que me contaron
hace algún tiempo.
Porque lo que sí es muy de aquí, celebraciones
religiosas o “jalobuins” aparte, es contar estos días cuentos, historias,
leyendas que nos acercan al misterio, a lo que escapa del todo a nuestra
comprensión.
Después de todo, ¿no escapa a nuestra comprensión la
vida para siempre?
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