FRASES PARA PENSAR.

SE DARÁ TIEMPO AL TIEMPO,
QUE SUELE DAR DULCE SALIDA A MUCHAS AMARGAS DIFICULTADES.

Cervantes en el Quijote.

miércoles, 15 de octubre de 2014

No había cura para celebrar la Eucaristía.

Hemos de dejarles que vean la luz en el camino.
En la puerta de la iglesia de Broto, en el Pirineo central, estaba el horario de misas en el valle para el fin de semana del Pilar.
Fuimos el sábado a las 7´30 de la tarde, hora en la que se supone que se celebraba la eucaristía, pero no hubo tal eucaristía. Una señora, de modo muy digno, rezó el rosario y después dio la comunión. Se notaba que no era la primera vez que lo hacía. La iglesia estaba casi llena.
No había cura la víspera del Pilar, en Aragón, para celebrar la eucaristía, cuando además había mucha gente en el valle, pues era puente para muchos valencianos y para los aragoneses.
Y pensé. Pensé en la escasez de vocaciones, honda preocupación en la Iglesia actual. Y pensando, pensando, me preocupó la respuesta que veo que muchas veces se da a esta situación. Una respuesta que, a la vista está, está siendo, cuanto menos, poco eficaz.
Veo que se tiende a pensar que el problema es que la sociedad está cada vez más perdida, hay menos valores, menos compromiso, las familias trasmiten cada vez menos la fe… y claro, como consecuencia hay menos vocaciones. Y sí, algo hay de cierto en esto, pero sólo algo.
Está escrito. Vemos la paja en ojo ajeno y no vemos la viga en el nuestro.
Yo creo que en vez de buscar las causas del problema fuera habría que buscarlas dentro. Me explico. ¿Por qué no tiene gancho entre los jóvenes el “meterse cura”? ¿Porque los jóvenes son cada vez más superficiales, menos comprometidos, más “malotes”?, ¿o porque lo que ven de la Iglesia resulta demasiadas veces y en muchos casos siempre, poco atrayente, demasiado incoherente, "profesionalizado", aburrido, ajeno a sus vidas…?
Pienso que los tiros van por ahí. No por el tema del celibato y el del sacerdocio de la mujer, que habría que afrontar con valentía y sin complejos, pero que no resolvería realmente el problema de las vocaciones.
La cuestión creo que está en que el vigor, la belleza, la alegría del mensaje de Jesús queda oculto por el peso de costumbres, tradiciones, hábitos, normas y sobre todo por una pátina de miedo revestido de prudencia que ahuyenta a quien busca la vida, la libertad, el cambio personal y social profundo anunciado en las Bienaventuranzas y sancionado con la Resurrección.
Ahí está el problema, creo yo. Porque estoy convencido de que si en vez de trasmitir un mensaje velado, gris, a menudo triste, rutinario, se dejara soplar libre al viento del Espíritu, brotarían las vocaciones como flores en la hierba en primavera. Porque sé de muchos jóvenes que buscan, que quieren ir más allá, que se plantearían su vida como servicio a los hombres en nombre de Jesús si la Iglesia de Jesús les dejara verlo, aunque fuera un poquito. Y a Dios gracias, por este camino veo que va el Papa Francisco.
Animo pues a todas aquellas personas que pelean y se entregan por esta causa a la gente joven, a veces hasta el agotamiento. También conozco algunos. Para ellos, mi solidaridad y mi más profunda admiración.

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