Mi buen don Pedro, ayer hacer cien días
que usted ser Secretario General de su partido y yo hoy tener que decir que mí
no comprenderle bien. Mí estar alucinado y un poquito asustado. Mi ser rostro
pálido que flipar en colores, don Pedro.
¿Por qué pasarle esto a mí? Pues porque
mí tener la esperanza de que usted, amigo don Pedro, como nuevo secretario
general del PSOE aportaría ese toque de sentido común, de prudencia, de
flexibilidad, de estrategia política que un señor líder de la oposición debe
tener si realmente quiere llevar a su partido al gobierno de un país que,
además, visto lo visto, tiende a su autodestrucción.
Y la esperanza se me está esfumando. ¡Qué
fuerte!, como dicen ahora. Don Pedro, me está usted dejando “chafao”. Y al
principio me ilusionó, fíjese.
Le voy a comentar tres de sus lindezas
que no entiendo. La primera es que, hace ya algún tiempo, me sorprendió
acusando a don Mariano de que su interés por cambiar la ley electoral era
puramente electoralista, valga la redundancia. ¡Pues claro! ¿Quién lo duda?
Exactamente el mismo interés electoralista que tiene usted en que no cambie,
porque tal y como están las cosas es bastante probable que en este momento
obtenga usted más ayuntamientos que don Mariano aunque obtenga menos votos que
él. El problema es que no es cuestión de ganar o no, sino de que las leyes
electorales sean cada vez más democráticas gane quien gane en la próxima
cita con las urnas. Lleve usted cuidado, que quien más y quien menos no es
tonto y hay afirmaciones que le dejan en ridículo por obvias y además por
volverse contra usted mismo.
Después, por ejemplo, cuando en un
pueblo, Tordesillas, se lían a pedradas antitaurinos contra protaurinos, en vez
de censurar sin paliativos semejante forma de resolver las diferencias y no
entrar en ese momento en el tema de fondo, no tocaba, nos sale hablando de
erradicar a golpe de decreto tradiciones muy arraigadas en una parte importante
de nuestra sociedad. No señor, no. Estas tradiciones, como todas las que no
atenten contra la dignidad de las personas, que haberlas haylas, se cambian con
concienciación, educación, respeto a todas las sensibilidades, paciencia… Y la
violencia se condena siempre, siempre. Lleve usted cuidado que la palabra
erradicar, en política, tiene ciertas connotaciones cuanto menos inquietantes.
Y finalmente, el otro día, nos sale
diciendo que sobra el Ministerio de Defensa. ¡Ojala fuera de verdad así! Como
si estuviéramos en un mundo de cuento de hadas. ¡Qué insensata e inoportuna
afirmación, aunque luego la “matizara”! No es momento de jugar con eso cuando
fuera de nuestras fronteras pasan cosas serias, como la Guerra Santa que está
en marcha y mira a la península como parte de un futuro califato y cuando
dentro también están pasando cosas que están poniendo muy nerviosa a mucha
gente que también existe, que está ahí, aunque se les oiga poco o nada, porque
no son hoy políticamente correctos. No, no es momento de mentar estas cosas
señor mío. Lleve usted cuidado y sea consciente del momento histórico en que
vivimos, que no es fácil.
Aún podría seguir don Pedro con más
ocurrencias y actitudes suyas, por ejemplo las mostradas a propósito de la
crisis del ébola, que no entiendo y no me gustan.
Señor don Pedro, de verdad le acogí sin
prejuicios, pero ¿qué está haciendo?, ¿qué asesores tiene?, ¿quiere ocupar el
sitio que los de Podemos pueden arrebatarle a base de decir… tonterías?
De verdad, qué miedo me da lo que usted
está haciendo y cómo me está decepcionando. Cierto es, mi buen don Pedro, que
también ha dicho cosas ciertas y sensatas, también, pero hombre ¿cómo me las
adereza con estas sandeces tan inoportunas como peligrosas?
Déjese de ocurrencias, de andarse por las
ramas y de basar la identidad de su partido en una oposición sistemática, ciega
y a menudo patética y recupere el alma del socialismo que no es más que una
gestión económica que posibilite una sociedad libre donde haya un reparto de la
riqueza justo y equilibrado. Es en la economía, en la justicia social y en un
exquisito respeto a la libertad de todos, incluso de los que no piensan como
usted, donde debe apretar fuerte. Éstos han de ser sus caballos de batalla.
En ese camino nos encontraría a muchos.
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