Desde el Tuc de Sacauba, en el valle de Arán, hacia el sur. Las primeras nieves cubren las montañas más altas. |
Evocando
las primeras nevadas del otoño que este año se han resistido a llegar. Crean paisajes y contrastes únicos.
Es realmente hermoso vivir en la montaña las primeras
nieves de la temporada. No hay dos años iguales. Alrededor del equinoccio nos
podemos encontrar de todo. Bosques aún verdes o reventando de color, pastos
dorados o reverdecidos por las lluvias otoñales, montañas de rocas desnudas o
elegantemente pintadas tras ligeras nevadas.
Los cielos pueden ser azules, limpios como no se ven
el resto del año, o grises, foscos y amenazadores. El viento puede ir desde una
calma total hasta el más salvaje vendaval que podamos imaginar, pasando por
agradables y tonificantes brisas. Las temperaturas, suaves, deliciosas, o
terriblemente frías; incluso hay años en que puede hacer hasta algo de calor.
Pero indefectiblemente, por estas fechas vendrá la
primera gran nevada. Y todo cambiará.
Puede avisarnos, darnos tiempo para encontrar refugio,
o para no salir si en él estamos, y obligarnos a cambiar de planes: la cima por
el valle y el pueblo. Pero también puede llegar de improviso, por sorpresa, a
traición. En pocas horas, un rincón idílico en el bosque, un prado tranquilo
con sus flores y su arroyo, una cima serena, se convierten en el infierno. Se
trasforman como un desquiciado, presa de un súbito arrebato. Y ¡ay de nosotros
si no íbamos preparados, o no regresamos a tiempo! Es esta la época del año en
que más importante es consultar los partes meteorológicos.
Luego, ¡qué espectáculo tras el primer zarpazo del
invierno, aún, a menudo, lejano! Nadie diría que estamos en el mismo lugar en
el que estábamos.
Volverán aún días buenos y apacibles. Mucha de la
nieve caída se fundirá, antes que caiga nueva, pero ya nada será igual. El
invierno habrá dado su primer aviso, y luego, de un modo implacable, acabará haciéndose
el amo y señor de las montañas.
Todo quedará blanco, quieto, mudo. Sólo el silbido
del viento, cuando sople, y el trueno de las avalanchas, romperán el silencio solemne
y luminoso de la altitud.
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